Para el 1965 vale destacar que el combo de Johnny Ventura colabora con Rafael Mancebo y su Charanga, con Miguelito Mieses como vocalista intermitente en El turún, tun tun, una producción de once temas en la que tienen protagonismo los ritmos foráneos: siete guarachas y/o guaguancó y un bolero, escoltados por tres merengues. A partir de este año, se reitera la vinculación de Johnny con Mancebo, cuya banda tenía una notoria orientación hacia esos estilos para entonces muy en boga. Hasta 1979, la discografía de Ventura estará plagada de canciones que se cobijarían bajo la sombrilla de la salsa.
Sin duda, esto produce una ligera variación en el proceso de producción, apreciable en el galopante ritmo este LP editado ese año con el sello Miami Récords (MLD-2012). Destaquemos el ejemplo de Cumbia colombiana, una suerte de pachanga en voz de Miguelito Mieses, una canción intensa, que brota el calor del Caribe suramericano.
Una apuesta que dispara directo al gozo de la danza: ¿o El turún, tun, tun no es una invitación a la pista caliente? «Que no se quede nadie sin bailar», exhorta Ventura en la canción que abre el long play. Empezamos con una pachanga, y en esa misma línea sigue el segundo tema, una canción envolvente que se la pone difícil a lo que sigue, el merengue El meneíto, una composición de Antonio Perdomo.
Desalienta que muchas de las canciones de esta producción se desconocen los autores, apelando al tan de moda en la época derecho en depósito, que obliga una gestión investigativa meticulosa que casi siempre arroja en lo inmediato un resultado desfavorable. Del trío Antonio Quintero, Rafael de León y Manuel Quieroga –autores usualmente conocidos como Quintero, León y Quiroga– Johnny interpreta la guaracha Y sin embargo te quiero, y aporta como compositor lo que denominó como Descarga mía, un tema instrumental que se adelanta al fenómeno musical de la legendaria Fania All Star.
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El sonido de la percusión, los metales, la clave del ritmo que será una marca registrada del artista. Los solos evocan una época: a bailar y a gozar con mi ritmo, dice el coro. Una descarga que, sin duda, permitía que el público en esos años apreciara en el escenario a un Johnny Ventura personificado como el «Elvis Presley del merengue».
El lado B del álbum inicia con el merengue El piquero, una de las canciones más populares de este repertorio. Y sigue la fiesta: «Vamo’ a bailar, pa’ la enramá’… yo subí la loma, volví y bajé/ me echán lo’ perro…». Es en su composición El sabrosón –un guaguancó– donde se le escucha en una grabación por primera vez proclamarse como «el único negro que bota mil por los poros». Sabroso.
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Es El sabrosón una canción no solo para ensalzar su autoestima, en unos tiempos cuando todavía se manifestaba una discriminación racial angustiante, es además un himno a su porte, a su carisma artístico, a su salero que, como dice el tema, «más vale caer en gracia que ser gracioso, pues mira lo feo que soy y sin embargo las pavas dicen que soy hermoso».
De Esteban Taronji, está el bolero Resumen, en el que Johnny potencializa sus cualidades interpretativas. Un clásico del género en su discografía. Cierran el elepé un merengue y una guaracha: El negro feliz, la célebre creación del compositor José Lazaro Sosa y El cepillo (que canta Miguelito Mieses), también de su autoría.
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