A lo largo de su filmografía el guionista y director Jim Jarmusch deja bien claro que arte no tiene nada que ver ni con la taquilla y mucho menos con las fórmulas simplistas y repetitivas de Hollywood. Independiente en todo lo que conlleva esta etiqueta, Jarmusch dibuja y recrea esos mundos inquietantes en los que conviven personajes únicos, humanos, que sangran honestidad y compromiso social en sus interpretaciones.
Inicialmente, una hora y 58 minutos parece una eternidad en Paterson. La historia está ambientada en la comunidad del mismo nombre, en New Jersey, donde vive una pareja ordinaria interpretada por Adam Driver y Golshifteh: él, conductor de autobús de transporte público y ella especialista en cupcake, aspirante a ser artista de música country, que además como pasatiempo le gusta pintar y decorar todo –con un patrón– en blanco y negro.
Driver es Paterson. En la película la historia inicia un lunes y se va narrando durante los siete días de la semana, con esa monotonía de la vida real, salvando los diálogos fugaces de los pasajeros, que enriquecen el sentido creativo del conductor. Todo eso cuenta, Paterson es un amante de la poesía, sobre todo de la obra de William Carlos William.
La vida de Paterson y su esposa Laura, dueña de un bulldog, Marvin, que a Jarmusch le sirve muy bien para enfatizar instantáneas dramáticas, va narrándose de lunes a martes, de miércoles a jueves y sucesivamente. Con esa lentitud que se manifiesta en la vida de la gente ordinaria, con él pensando cómo escribir una buena poesía y quizás algún día ganarse un espacio en el mural que adornan personajes famosos de la comunidad, que adornan el bar de Doc.
Jim Jarmusch no se apresura. Ese es su estilo y, como escribiera Garret Chaffin-Quiray en su crítica de Down by Law (1986) para el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir, «sintetiza su estilo y sus intereses contrahegemónicos y despliega las interioridades de un universo herméticamente cerrado». Las interioridades de Paterson se manifiestan cuando está en el sótano, escribiendo o leyendo o cuando va manejando el autobús. Lo mismo que Laura, que en sus horas de soledad en la casa aprovecha para preparar sus sabrosos cupcake y tocar la guitarra que compró para convertirse en artista.
Paterson va al ritmo de la poesía, esa que Jarmusch sabe escribir con puntos suspensivos. Suspende sus imágenes como si fueran fotografías para postales: únicas e irrepetibles. En la película «no pasa nada» y «pasa de todo». No hay drama, pero tampoco deja de serlo. Están aquellos personajes eventuales que suelen ser gemelos –otro de los patrones de la película– y las escenas circunstanciales que se producen en el bar que cada noche visita Paterson, que nos apremian con diálogos inolvidables y momentos reveladores.
Jim Jarmusch nos motiva a escrudiñar un poco más en la poesía, esa que se va escribiendo en la pantalla, mientras Paterson la va narrando. La película tiene tres momentos dramáticos –si es que se pueden interpretar como tales– y es al final que el meticuloso realizador nos abofetea con ímpetu con un inmejorable diálogo entre Paterson y un turista de Oasaka, mientras contemplan el parque nacional de las cataratas (Great Falls). Y la frase «a veces, las páginas vacías dan más posibilidades» transmite la belleza que el director consigue a lo largo de esta sencilla, pero penetrante historia.
Ficha técnica
Dirección y guión: Jim Jarmusch. Intérpretes: Adam Driver, Golshifteh Farahanl, Rizwah Manji, Barry Shabaka Henley, Trev Parham, Troy P. Parham, Chasten Harmon, William Jackson Harper. Género: Comedia/Drama. Tiempo: 1 hora 58 minutos. Año: 2016.
Nota: Paterson se estará presentando en el Festival Internacional de Cine de Fine Arts 2017.
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