En el fin de semana sostuve por whatsapp un intercambio argumental, breve y sustancioso, con un tecnócrata de cabeza bien amueblada y pensamiento estructurado, sobre las condiciones requeridas para ser elegible como presidente de la República.
El tema saltó a escena a propósito de nombres no partidistas que suenan como nuevas opciones políticas. “No tiene condiciones”, fue la expresión tajante de mi contertulio al traer a la conversación las acciones –solamente visibles para un determinado segmento– de una personalidad que trabaja por proyectarse.
En el diálogo no faltaron los ejemplos de gente con experiencia política y trayectoria en asuntos de Estado que han sido un fiasco al asumir responsabilidades públicas y de otros entes con iguales adornos que no sacarían diez votos si lanzaran su candidatura.
El carisma, la capacidad de contagiar, emocionar, crear una narrativa y hasta una leyenda que conduzcan al mito son soportes que puede construir el marketing político al compás de una estrategia de comunicación articulada.
Existe, sin embargo, un riesgo asociado: la creación de percepción sobre virtudes que no se tienen, con lo cual se estaría vendiendo al electorado un producto falsificado con talentos que se quedan en la etiqueta y no traspasan la esencia.
Pienso que un país como República Dominicana –en una transición interminable, que ha patinado tanto para conseguir su real desarrollo económico, democrático e institucional- debería apostar por opciones políticas que superen el espejismo o la ilusión óptica.
Se trata de un propósito difícil de concretar en una sociedad excluyente, definida por la inequidad, la falta de conciencia cívica, la baja educación y el apego al paternalismo estatal demandando por ricos, clase media y pobres.
Cuando estemos convencidos que –como conglomerado social- necesitamos un nuevo liderazgo con vocación de servicio, probidad, ética, hábil para la microgerencia, que rinda cuentas y las pida también a ministros y directores, empezaremos a dar el salto.
Un liderazgo que evalúe el desempeño a partir de objetivos fijados y aplique consecuencias a la distracción de fondos públicos, nos colocaría como país en otra perspectiva. Ese talento podría estar en los partidos o fuera de ellos. Lo necesitamos como piedra filosofal.
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