29/01/2025
Cine

«Babygirl», puro plagio de adulterio y erotismo corporativo 

Los siguientes párrafos pudieran contravenir cualquier exceso de elogios sobre este filme que algún incauto se atreva a prodigarle, pues debemos tener presente que hay un pasado, y el pasado no perdona, y a nuestro entender, a Halina Reijn solo le faltó una pizca de honestidad y poner en los créditos iniciales la frase «inspirada en la obra de Adrian Lyne». 

Con tramas y personajes que se desarrollan e involucran por simple curiosidad, por crisis matrimonial en aparente normalidad, o por relación de poder entre superior y subordinado, la industria literaria y del cine han desarrollado un amplio listado de títulos que combinan sexo, erotismo y manipulación, con variadas vertientes y consecuencias que pueden ser hasta letales, en un patrón que incluye desde el coqueteo inicial hasta encuentros sexuales en inusitados espacios, además de lo gastronómico, lo fetiche y extremos sadomasoquistas. Por eso ya resulta poco novedoso cualquier incursión en este terreno del drama y/o thriller erótico y psicológico.

Babygirl (2024, de la holandesa Halina Reijn), ya le valió a su protagonista, Nicole Kidman, la Copa Volpi como mejor actriz en el Festival de Venecia (agosto-sept. pasado y una nominación al Globo de Oro), en un rol como Romy, directora de una empresa de tecnología, con un apetito sexual que no logra satisfacer su pareja, el director teatral Jacob (Antonio Banderas), con dos hijas adolescentes, y quien se ve atraída por el joven pasante Samuel (Harris Dickinson) recién llegado a la corporación, resultando todo en un rollo del cazador cazado, al este último tomar las riendas psicológicas de la aventura, y la dama se envuelve en una crisis de nuevas emociones y vulnerabilidad, despojada de su aparente recio carácter.  

El actor español Antonio Banderas en una escena junto a Nicole Kidman en «Babygirl».

En su relato encontramos poca novedad, pues prácticamente todo lo expuesto ya lo hemos visto: desde juegos eróticos, masturbación frente al hombre o ante imágenes en pantalla, la ingesta de frutas, helados, miel, juego con hielo, sodomía o actos extremos por retos o caprichos del dominante, descuido del aspecto familiar –en especial de los hijos– mentiras, desplazamientos en horas inusuales, encuentros en bares y discotecas, o sea, ruptura de patrones conductuales. En fin, situaciones que están frescas en nuestra memoria, en especial por la cuarteta erótica del director Adrian Lyne (Inglaterra, 1941) que componen sus filmes Nueve semanas y media (1986); Atracción fatal (1987); Propuesta indecente (1993) e Infidelidad (2002). 

Este cineasta también fue responsable de Flashdance (1983) y la Lolita de 1997 (versión pálida de la hermosa obra de Kubrick, del 62, con gran elenco y la exquisita música de Nelson Ridle, responsable de 19 álbumes de Sinatra y múltiples producciones de Ella Fitzgerald, Nat King Cole, Dean Martin, Peggy Lee, Johnny Mathis y Linda Ronstadt, entre otras). 

Y es que Babygirl, por razones lógicas de la edad de Kidman y la reputación que habría que proteger, carece de la frescura transgresora y exuberancia de Nueve semanas.., un moderado clásico del erotismo –que todo amante del género debe ver al menos una vez– con la equilibrada pareja formada por Kim Basinger (asistente en una galería de arte de New York) y Mickey Rourke (corredor de bolsa en Wall Street), notoria por su mezcla de sexo y comida, y que nos ha dejado dos canciones que se encargan de mantenerla constante en nuestro recuerdo: una de Bryan Ferry, Slave to love, y la otra de Joe Cocker, You can leave your hat on (escrita por Randy Newman). De esta, Babygirl copia varias escenas (trayectos desnudos de un punto a otro, momentos en azotea, en discoteca, el paralelismo del sector corporativo, caminar a gatas por el cuarto de hotel, tomar leche como un gato). El vaso con leche de la Lolita del 97, se manifiesta en dos instantes de Babygirl.

La canción de Cocker es bailada a modo de striptease por Basinger ante la contemplación de Rouker, y la mismo sucede con Samuel y el tema Father figure, de George Michael, para Romy.  Por su parte, Samuel luce más un mercenario interesado en socavar la reputación de la recia Romy, al exhibirse y provocar su atención, que en conseguir una buena recomendación para su curriculum, llegando al punto de también emparejarse con la asistente Esme (Sophie Wilde) y acompañarla a la casa de la primera, adonde, por simple excusa, acude en más de una ocasión y logra con amabilidad solapada, concitar la atención del esposo e hijas de Romy, quien más adelante, con ira contenida, rechaza su conducta, le sugiere desvincularse de Esme, y en actitud frenética exige exclusividad. 

Nicole Kidman en una escena del drama erótico «Babygirl».

Eso ya lo vimos en otro ambiente corporativo de New York (entre abogados), en Atracción fatal, con la soltera Alex (Glenn Close) cuando en su enfermiza obsesión por tener una familia, luego de varios encuentros sexuales en una aventura de fin de semana con Dan (Michael Douglas), ella se cuela en su casa y simpatiza con su esposa Beth (Anne Archer) y la hija de ambos (Dan le reprocha esa actitud), más adelante, Alex, también inconsultamente un día recoge a la niña por el colegio y se va de paseo con ella. Viendo que el acoso se torna fuera de control, Dan le confiesa la situación a Beth y esta lo echa de la casa, lo mismo sucede con Romy, cuando le comenta su aventura a Jacob. Y por igual se replica la pelea entre Alex y Dan, en donde Beth hala el gatillo contra la intrusa. En Babygirl se incluye la trifulca, pero la sangre no llega al río. 

Si bien en Nueve semanas… Rouker, al acariciarse con descaro con una mujer latina durante el juego psicológico que ha sometido a Basinger y la ira estalla, en Babygirl sucede con otros matices. Como pez fuera del agua, Romy acude a una discoteca con una concurrencia a tope, en su trayecto tiene roce lésbico con una chica al tiempo que observa a Samuel en roce muy íntimo con otros hombres. Igualmente, en Infidelidad, Connie (Diana Lane) descubre a Paul (Olivier Martínez) subiendo con otra chica a su apartamento, ella los sigue y estalla en ira; la intrusa se marcha y sucede un fuerte acto sexual entre Connie y Paul desde el pasillo.        

Pero resulta que Babygirl carece de la intensidad dramática de sus predecesoras Atracción fatal (con Alex en su depresión y desequilibrio psicológico de letalidad in crescendo, capaz de automutilarse, un tramado de escenas desafiantes y mayor exposición candente; esto último por igual sucede en Nueve semanase Infidelidad (con un delicado montaje que dota al filme de un discurrir atractivo y acertado) Romy se arrastra en varios sentidos de la palabra, hasta una abyecta posición de su psiquis que dificulta el reponer su estima ante la audiencia; y es su hija lesbiana y Esme, desde su frágil posición en el escalafón laboral, quienes se convierten en la voz consciente para que retome el control de su vida y su familia.  Vale destacar sobre Harris Dickinson su condición de estrella en ascenso, luego de su paso por Beach rats (2017), County lines (2019) y El triángulo de la tristeza (2022). 

Con décadas más prolíficas una que otra, en especial entre 1960 y 1990, se nutrió el género del cine erótico, exponiendo relaciones de poder y subordinación, exhibicionismo, prostitución, homosexualidad, gerontofilia (atracción sexual primaria hacia personas mayores), o como sátira política; de parte de los italianos Bernardo Bertolucci (El último tango en París (1972); Pier Paolo Pasolini (Saló, o 120 días de Sodoma (1975) y Tinto Brass, navegando entre la Vanguardia y comedias eróticas (Calígula (1979), Miranda (1985); All ladies do it (1992); Monella (1998); el japones Nagisa Ōshima (El imperio de los sentidos(1976); los españoles Jesús Franco (Mil sexos tiene la noche y Lilian, la virgen pervertida) y Bigas Luna (Las edades de Lulú (1990), y la llamada Trilogía Ibérica, que componen Jamón jamón (1992), Huevos de oro (1993) y La teta y la luna (1994), por solo citar algunos. 

Entre otros clásicos –o moderados clásicos– del erotismo surgido en los años 80, se citan Betty Blue (1986, de Jean-Jacques Beineix); Blue Velvet (1986, David Lynch); Seducción de dos lunas (1988, Zalman King); Relaciones peligrosas (1988, Stephen Frears, con Michelle Pfeiffer, Uma Thurman y Glenn Close en otra posición) y La insoportable levedad del ser (1988, de Philip Kaufman).

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