Los partidos políticos podrían hacer un aporte invaluable al país, que probablemente ayudaría a frenar la pérdida de confianza en la que están sumidos y daría un poco de oxígeno a esta democracia atravesada por una pronunciada crisis de credibilidad.
No hay que esperar la aprobación de una ley de partidos y agrupaciones políticas, estructura legal a partir de la cual algunos apuestan a la transformación de un sistema mustio, roído por la corrupción, en el que muchos son culpables o sospechosos y pocos pueden presumirse inocentes.
A veces la autorregulación tiene más fuerza y provee mejores resultados que las mismas leyes. En el caso del sistema de partidos esto debe ser valorado, pues la conciencia cívica de sus actores es el eje fundamental de la transparencia, la ética y las buenas prácticas que sirven de guía a toda la sociedad.
Por cuenta propia bien podrían las instituciones políticas reforzar los requisitos para pertenecer a sus órganos directivos más altos y aplicar consecuencias inmediatas ante infracciones de las normas que rigen el orden social, inclusive adelantándose a las acciones de los tribunales, siempre basados en pruebas contrastadas.
No deberían formar parte de instancia directiva alguna de los partidos políticos personas que incumplan con el pago de sus impuestos, los servicios públicos como electricidad, agua potable, recogida de basura, Tesorería de la Seguridad Social (TSS) o que tengan infracciones de tránsito de resueltas. Al menos deberían ser públicamente suspendidos hasta que se produzca la subsanación comprobada.
En el caso de los dirigentes políticos empresarios –que son cada vez más en el marco de una emancipación económica de esa casta– deberían ser sometidos periódicamente a pruebas de estrés para determinar que cumplen con los criterios legales de sana competencia, no utilizan publicidad engañosa, respetan la ley laboral, no trafican ni lavan activos.
Si bien lo anterior es aplicable a cada ciudadano y no exclusivamente a dirigentes políticos –pues no estamos ante extraterrestres o seres de otra dimensión– el ejercicio contribuiría con el adecentamiento de la política. ¿Estoy soñando? Es posible. Grandes transformaciones han partido de sueños. Prefiero soñar ante que resignarme a la conversión del país en una casa tomada por pandillas enquistadas en las élites políticas.
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