–II de II–
A raíz ajusticiamiento del dictador Trujillo, en mayo de 1961, y con el posterior desmoronamiento del régimen que le servía de soporte, el merengue vivió un momento difícil. La situación política se tornó violenta e inestable, y el primer gobierno constitucional elegido por el pueblo después del trujillato, que lo encabezaba el profesor Juan Bosch, fue derrocado y posteriormente se produjo una revuelta popular, que trajo como consecuencia la segunda intervención militar estadounidense en nuestra nación.
Esa nueva intervención, tal vez aprendiendo de la experiencia de 1916, dejó un gran efecto en el área de la cultura y de los otros elementos que conforman el aspecto ideológico. A raíz de la salida de las tropas interventoras en 1966, se produce en el país una invasión cultural norteamericana, teniendo como estándares las drogas y la música estadounidense, que avasallaba y parecía que haría desaparecer muchos de nuestros rasgos culturales y parte de nuestra identidad como nación.
Es justamente ante ese proceso que nuevamente el merengue, en la figura de Johnny Ventura, emerge como un bastión patriótico para enfrentar esta nueva oleada de antidominicanidad. Johnny repitió la historia de los merengueros nacionalistas durante la primera intervención militar de 1916. Se dijo a sí mismo que era preferible adaptar el ritmo a los nuevos tiempos y a las nuevas circunstancias, para preservar su existencia permanente. Con Johnny el merengue empieza nuevamente a jugar un rol patriótico.
A finales de la década de los setenta, un nuevo fenómeno musical foráneo arrastra a la juventud dominicana, encarnado en parte por John Travolta, los Bee Gees y Michael Jackson. En ese momento surge otro líder merenguero que teniendo el ritmo nacional como vanguardia, va a enfrentar con éxito esta nueva penetración fortalecido con el adelanto de los medios de comunicación. Se trata de Wilfrido Vargas, un músico de Altamira, una población del norte del país, que vendría a consolidar la presencia del merengue, pero poniéndolo a tono con esta nueva situación que vivía la República Dominicana y el mundo.
A mediados de la década de los 80 entra a escena de la mano del empresario Bienvenido Rodríguez, el llamado rey Midas del merengue, un músico que vendrá a significar una transformación radical del merengue y que llevara este ritmo a consolidarse como una música internacional. Se trata de Juan Luis Guerra y 4-40.
Juan Luis hace un merengue no sólo para los pies sino para la cabeza. Es decir, como ritmo al fin, el merengue entra por los pies y pone a bailar a todo el mundo por su contagio. Juan Luis le agrega una hermosísima lírica que tiene sus raíces en la poesía sencilla y comprensible para todos. Con Juan Luis el valor de la patria, del merengue y el orgullo dominicano alcanzan dimensión universal.
Años Dorados y consolidación del merengue como industria
En la década de los ochenta, el merengue sin perder su gran sentido patriótico como reforzador de la nacionalidad, se convirtió también en un medio de acumulación originaria de capitales para muchos músicos, en una fuente importante de empleo para una gran parte de la población y en un punto de referencia fundamental para las compañías que trabajan en el mundo del disco. En esta etapa surgió Fernando Villalona, el Mayimbe, un merenguero que se convirtió en un mito y una leyenda.
Aunque para muchos analistas el aspecto anterior no podría catalogarse como patriótico, particularmente entiendo que si bien la dinámica propia de la sociedad capitalista lleva a que todos los elementos de la misma se conviertan en mercancías que se compran y se venden para dejar beneficios, no menos cierto es que ese proceso de mercantilización e internacionalización del merengue no le ha castrado su orientación nacionalista y su sentido patriótico.
Eso se confirma en toda la nación que vive en el territorio nacional, pero también en aquella parte importante de la población que vive en el extranjero, en esa gran comunidad dominicana que se ha establecido en Nueva York y en otras ciudades norteamericanas y de otros continentes. Para la gran población de dominicanos y dominicanas que viven fuera de su lar nativo, el merengue es una especie de cordón umbilical que los une a la patria en la distancia.
Uno de los grandes aportes patrióticos del merengue está en haber mantenido unido a su patria a millones de dominicanos que emigraron a otras latitudes en búsqueda de mejores condiciones de vida, pero que jamás han olvidado que tienen una música que los identifica, los enorgullece y hace que no olviden jamás el suelo donde nacieron ellos o sus padres.
El merengue estuvo presente en el inicio de la República, en la Restauración, en las luchas de finales del siglo XIX, en la primera intervención militar de Estados Unidos, durante el Trujillato, en el período de democratización de la nación y en la gran comunidad de compatriotas que viven en otras naciones, en todos esos procesos aportando un sentido patriótico con su ritmo, su alegría y su esperanza. Y es que el merengue siempre será la patria cantada con dignidad, con decoro y con orgullo.
Texto tomado del libro «La historia del merengue: orígenes, etapas y líderes», de la segunda edición revisada y ampliada publicada por la Editorial Acroarte, a propósito del Día Nacional del Merengue.
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