Aire: solo respira, de la cineasta Leticia Tonos, con la franco-española Sophie Gómez, el dominicano Jalsen Santana y la voz de la española Paz Vega, falla en su intención de conectar con la audiencia, por su mal trillada trama con ínfulas ecológicas y conservacionistas de un futuro posible, postapocalíptico y contaminado, en donde una bióloga intenta reavivar la vida vegetal y dar continuidad a un grupo de embriones encapsulados que tiene bajo su cuidado en una especie de bunker; y en su encuentro con un errante y pesimista aventurero, tendrá una tediosa estadía de supervivencia.
Los guionistas Tonos, Junior Rosario y Rodolfo Báez por lo visto consideraron que con solo el prólogo –esa breve narración introductoria que explica lo sucedido con el planeta Tierra, cuya población ha sido trasladada a «colonias interplanetarias» para salvarla de la extinción– el espectador, a su entender, no necesita más nada para enfrentarse a esta monótona historia que nunca logra despegar de su letargo eterno.
Estos personajes, Tania, Azarías y la computadora Vida, todos de diálogos insulsos, no dejan entrever nada de las causas de lo sucedido, ni juzgan el accionar de ningún ente o autoridad (gobierno, ejército, países en conflicto, etc.) y mucho menos exhiben una mínima teoría de la situación, aunque sí Azarías llega a comentar que «la tecnología acabó con todo lo que teníamos». Es penoso cuando un escritor no tiene nada que contar.
En un filme que pretende sacarnos del bostezo con escasos picos de tensión, su minimalismo no me incomoda, hemos visto películas interesantes con prácticamente uno o dos personajes, como ese solitario Tom Hanks en Naufrago; Gravity (de Alfonso Cuarón); Buried (de Rodrigo Cortés), o La venus de las pieles, de Polansky; en donde la supervivencia y la confrontación de obstáculos es planteada de manera atractiva.
Al parecer, hay gente aquí que no ha visto El planeta de los simios (1968), cuando los diálogos informativos nos van planteando lo sucedido y nos reserva un final inolvidable, revelando el estado de un icono arquitectónico de reconocimiento universal. Igual puedo intuir que se olvidaron de los diálogos y sueños de Sarah Connor enThe Terminator y Terminator 2 (de James Cameron, 1984 y 1991), que se toman como base para explicar la situación, incluyendo fases destructivas a partir de maquetas en miniaturas que son pulverizadas por una abrazante onda expansiva.
Si bien esto puede ser costoso, hay opciones de viñetas que pudieron ser ilustrativas. Ya todo está hecho en el cine futurista, desde Metrópolis (de Fritz Lang, 1927); 2001, Odisea del espacio (de Kubrick, 1968) o I am legend (de Francis Lawrence, 2007) Lo que hace interesante a un filme en esta categoría son los elementos autóctonos de la comunidad o país que pretende representar, por eso la pobreza y situación de vida de los personajes de Slumdog Millionaire (de Danny Boyle, 2008) es distinta a la de El niño que domó el viento (de Chiwetel Ejiofor, 2019).
En su propósito de lucir genérica, Aire obvia toda mención de ningún país en particular, porque en esencia esta película no tiene alma, y mucho menos alma dominicana. Es un error pensar que tenemos una obra representativa por el solo hecho de exhibir uno que otro plano de escasos segundos con el Faro a Colón de trasfondo, o una foto retocada y reiterada de las Ruinas de San Francisco, o una toma del roído Teatro de Agua y Luz y varias expresiones coloquiales con acento dominicano. ¡Qué vaina! ¿qué comité eligió este filme para enviarlo a la Academia de Hollywood?
Un filme representativo necesita un tema, una problemática, una esencia e idiosincrasia (rasgos, temperamentos, caracteres distintivos y propios de un individuo o de una colectividad) de un entorno o comunidad específica, ahí radica el éxito mundial de filmes como Ciudad de Dios, Diario de motocicletas, o la citada Slumdog Millionaire, por solo citar varios, que son portentosos referentes de su focalizada trama.
Contraria a esta Aire, si hacemos un poco de memoria, las ganadoras del premio Oscar en la citada categoría, poseen historias vinculantes a su país de origen –respetando la regla principal de que el idioma preponderante en el filme no sea el inglés– así vimos que la tragicomedia italiana La vida es bella, narra una historia que nos cala hasta los huesos: un padre distrayendo a su hijo de los horrores del campo de concentración nazi en que se encuentran, otra visión del tema del holocausto nazi tiene la ganadora de 2023, La zona de interés; los filmes La historia oficial y Argentina 1985, se apoyan en relatos reales (trasiego de niños y procesos judiares) en torno a la dictadura vivida en Argentina entre 1976 y 1983; otra tragicomedia, la surcoreana Parásitos, una metáfora de ricos y pobres viviendo y sobreviviendo en un mismo espacio, impactó a todo el planeta en 2019.
¿Contra cuáles países y filmes compite?
Ese listado se lo tengo para la próxima entrega, lo que le adelanto ahora es que se enfrenta, por citar varios de la región, a la chilena Maite Alberdi con El lugar de la otra (Netflix), uno de mis filmes favoritos de este 2024, con una historia real de 1955, cuando la escritora María Carolina Geel asesina a su amante, rodeada de testigos y a plena luz del día, un caso que cautivó al país. Condenada a tres años de presidio, redactó allí una de sus más importantes novelas, Cárcel de mujeres.
Luego, la poetisa Gabriela Mistral pidió el indulto presidencial, y así lo hizo el dictador Carlos Ibáñez del Campo. Alberdi ya es una figura conocida, ha conseguido dos nominaciones, en 2020 y 2023 con su docudrama El agente topo y el documental La memoria eterna, respectivamente. Por igual, en el listado destaca Colombia con La Suprema (de Felipe Holguín), y Costa Rica con Memorias de un cuerpo que arde (de Antonella Sudasassi, Premio de la Audiencia Panorama en Berlinale 2024).
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