Alejandro Fernández es un artista entre los de su clase, un intérprete imponente cuya música tanto puede disfrutar el público de esta generación, como el de la que pasó y el de la que vendrá. No todos logran esa combinación de audiencias, y los que sí pasan esos niveles, sencillamente alcanzan categoría de clásico.
Clásica es su propuesta. Predecible, pero no menos efectiva y efectista. Con apenas abrir la boca –mucho antes, desde que su figura se muestra en el escenario podemos afirmar– la audiencia se rinde a sus pies, y él, como todo Potrillo de pedigrí, tonifica sus pasos con elegancia y se pavonea junto a una de sus coristas al filo de la canción 22 del set list, «Es la mujer», bailando con gracia mientras el público saborea la miel de sus estrofas.
En el Estadio Quisqueya, escenario que acogió su regreso triunfal al país luego de una ausencia de 6 años, alrededor de 18,000 almas almacenaron recuerdos memoriales para un buen rato, gracias a la sobrecogedora atmósfera de la noche, a la siempre destacable orquesta que acompaña al astro mexicano y a la estupenda selección de canciones que se desgranó –literalmente– en 30 piezas que movieron el ánimo a su antojo.
Luego de la actuación de Coral, la contraparte del artista, El Potrillo salió al escenario poco después de las 9:00 de la noche, la ovación ensordeció a muchos y la melodía «Concavo y convexo» dio rienda suelta a lo que seguiría: un concierto redondo que dejó poco espacio (quizás ninguno) a la indiferencia.
La orquesta franqueaba como pelotón de guerra a un general cinco estrellas que iba dejando atrás víctimas irremediables gracias a bombas rítmicas como «Se me va la voz», «Cuando digo tu nombre», «Estuve», «Qué voy a hacer» y una versión penetrante del clásico de Roberto Carlo: «Procuro olvidarte».
Pocos olvidarán las propuestas que seleccionó el artista en su primera parte del concierto, la más pop de sus actuaciones en directo. Es el caso de «Desahogo», «Hoy tengo ganas de ti», «Por qué te vas», «Te voy a perder», «Canta corazón» y «Me dediqué a perderte».
Antes de que entrara en escena el segundo segmento del concierto, Alejandro Fernández engalanó la noche con «Si tu supieras», «Mátalas», «Qué lástima», «No» y «No lo beses».
Mientras su clásico mariachi iba desfilando hasta la parte frontal del imponente escenario levantado en el Estadio Quisqueya por SD Concerts, empresa productora del evento que estuvo patrocinado por Cerveza Presidente, se escuchaba un estruendoso aplauso al unísono para tributar la majestuosidad de este artista inigualable.
Lo que vino en adelante fue un derroche folclórico de la cultura musical mexicana –esa a la que Alejandro Fernández tributa con orgullo– y un filón de canciones que ratificaron su calidad interpretativa, su carisma y la vibrante energía con la que este intérprete suele gratificar no solo a sus fanáticos, sino también al que aprecia la buena música.
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