En su nuevo papel, Jeremy Strong deja atrás los trajes de poder y las salas de juntas de Succession para habitar la lealtad silenciosa de Jon Landau, el histórico productor y confidente de Bruce Springsteen. En la película que retrata su vínculo, el actor ganador del Emmy se enfrenta al reto de interpretar no a un hombre que busca la fama, sino a uno que dedicó su vida a protegerla en otro. «Jon consumía la música como si fuera el fundamento de la vida», dice Strong con una calma que parece heredada del propio Landau. «Su devoción por Bruce no era solo profesional; era espiritual. Lo que lo hace único es que su lealtad hacia el amigo reemplaza cualquier devoción hacia la estrella».
La frase célebre que lanzó a Springsteen –«he visto el futuro del rock and roll y su nombre es Bruce Springsteen»– es también el punto de partida de la película. Para Strong, no se trata solo de una anécdota histórica, sino de una declaración de fe. «Landau vio en Bruce algo sagrado. Y Bruce, que basa todas sus relaciones en la confianza, lo entendió al instante. Por eso su colaboración ha durado más de cincuenta años».
El actor, conocido por su intensidad y disciplina, aborda el papel desde la contención. «Puede parecer que Jon Landau no es una transformación tan grande como otros personajes que he hecho, pero para mí fue igual de extrema», explica en una rueda de prensa híbrida, una parte en persona y otra virtual en la que participó La Crónica. «Es más tranquilo, más interno, pero no menos desafiante. Shakespeare dice que el uso casi puede cambiar el sello de la naturaleza, y creo que ese es tu trabajo como actor: cambiar el sello de tu naturaleza».
Esa transformación no solo ocurre en la pantalla. Strong relata que, durante el rodaje, a veces llegaba a casa leyendo cuentos a sus hijos «con la voz de Jon Landau», como si el personaje lo acompañara todavía en los gestos cotidianos. «Siempre sigo siendo Jeremy cuando llego a casa», aclara riendo. «Pero hay algo que permanece contigo, una resonancia. No puedes evitarlo».
El hombre detrás del mito
En la conversación con la prensa confirma que Strong piensa en sus personajes con la intensidad con la que otros músicos hablan de sus canciones. Cuando se le pregunta si el hecho de conocer a la persona real que interpreta le complica el proceso, responde sin dudar: «Sí, claro. Tu trabajo, tal como lo veo, es crear un sentido de creencia en ti mismo, que es casi una forma de ilusión. Pero cuando entro en el set, soy Jon Landau. Entonces, cuando el verdadero Jon Landau está allí, se vuelve un poco confuso. Pero si estás verdaderamente encerrado en lo que haces, todo lo demás desaparece de todos modos».

Esa inmersión lo llevó incluso a improvisar más allá del guion. Strong recuerda una escena con el personaje de Al Teller, un ejecutivo musical, en la que decidió hablar desde un impulso más personal: «Había leído una entrevista de Bruce con David Remnick donde decía: ‘Soy un reparador; mi trabajo es reparar heridas y traumas. Si puedo repararme a mí mismo, puedo reparar a otros a través de mi música’. Sentí la convicción de que Jon habría querido decirle algo así al ejecutivo, así que improvisé un monólogo basado en eso».
La anécdota tuvo su tensión. «Scott, el director, vino después de la primera toma y me dijo: ‘No sé, Bruce realmente no quiere que lo hagas otra vez. Parece grandioso, pero mejor ciñámonos al guion’. Lo hice una vez más como estaba escrito, pero luego pensé: a la mierda esto», dice entre risas. «Me levanté, fui hacia Bruce —Jon estaba a su lado—, pero seguía hablando como Jon. Le dije básicamente: esto es lo que creo sobre ti. No tienes que estar de acuerdo, pero así lo siente Jon. Y Jon estaba ahí. Literalmente».
Entre risas, esa escena resume el tipo de entrega que define a Strong: una actuación que no busca el artificio, sino la verdad emocional del momento. «No me considero alguien particularmente valiente», confiesa. «Supongo que me veo más como un mensajero. Un actor, un artista, es un recipiente. Puedes ser un recipiente para la música, para la literatura o para las historias. Y a veces también para lo que sucede en nuestro mundo, en nuestra sociedad. Hay momentos en los que me siento obligado a hacerlo, pero en gran medida mi papel se limita a eso: ser un recipiente para contar historias».
En esa visión, la del actor como mensajero, como canal de algo mayor que uno mismo, se adivina también el eco de Jon Landau y de Bruce Springsteen, dos hombres que entendieron la música no solo como entretenimiento, sino como una forma de sanar. «Cuando conoces a Bruce y a Jon, te das cuenta de que hay algo profundamente espiritual en lo que hacen», dice Strong. «Por supuesto, quieren conmover y entretener, pero también están tratando de reparar algo. Y eso, para mí, es lo más poderoso del arte».
Jeremy Strong, que ha encarnado figuras tan intensas como Roy Cohn o Kendall Roy, encuentra ahora un tipo distinto de heroísmo: el de la calma, la lealtad y la fe. En la vida real y en la pantalla, su interpretación de Jon Landau parece recordarnos que el poder del arte no siempre está en la voz que canta, sino también en quien escucha, protege y cree.





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