Vivimos en una época de transformaciones aceleradas, marcada por la incertidumbre y la búsqueda constante de entretenimiento. Dos intelectuales de referencia, aunque de trayectorias distintas, han descrito este fenómeno desde ángulos complementarios: el sociólogo polaco Zygmunt Bauman y el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Sus conceptos de sociedad líquida y civilización del espectáculo son dos formas de nombrar la misma experiencia contemporánea: la disolución de lo sólido y el triunfo de lo superficial.
Bauman, uno de los grandes pensadores del siglo XX, acuñó la metáfora de la liquidez para describir cómo las instituciones, valores y relaciones sociales han perdido estabilidad. En la modernidad «sólida», el individuo podía confiar en estructuras relativamente firmes: la familia, el empleo, la política, la religión. En la modernidad «líquida», todo fluye y cambia con rapidez desconcertante. Las relaciones son frágiles, los trabajos inseguros, las identidades flexibles hasta la volatilidad. El ciudadano vive en un presente continuo, obligado a adaptarse de manera constante a nuevas circunstancias.
Por su parte, Vargas Llosa levantó la voz de alarma en La civilización del espectáculo. Su tesis central es que la cultura contemporánea se ha convertido en un gran escenario de entretenimiento. El arte, la literatura, la política e incluso la religión se han reducido a productos destinados a divertir antes que a educar, cuestionar o formar. Lo que antes era espacio de crítica y reflexión ahora se disuelve en la banalidad de la moda, el consumo rápido y la cultura mediática.
Un ejemplo local lo encontramos en la Casa de Alofoke, ese espacio mediático convertido en epicentro de influencia social, cultural y política en la República Dominicana. Allí confluyen artistas, políticos, empresarios e influencers en un mismo escenario donde todo se negocia, se discute y se convierte en contenido viral. Desde la perspectiva de Bauman, la Casa de Alofoke representa la fluidez de nuestro tiempo: un lugar donde la política, la música urbana y el espectáculo se mezclan sin fronteras claras, reflejando la liquidez de las instituciones. Desde la mirada de Vargas Llosa, el fenómeno encarna la cultura como entretenimiento: lo importante no es la solidez de las ideas, sino la capacidad de generar espectáculo, captar clics y mantener a la audiencia entretenida.
La política es un buen ejemplo de esta doble lectura. Bauman diría que se ha vuelto líquida: partidos y líderes cambian su discurso según las encuestas, adaptándose al humor del público. Vargas Llosa señalaría el espectáculo: candidatos convertidos en celebridades, debates convertidos en shows mediáticos y programas de gobierno reducidos a slogans publicitarios. Antes fue la Casa de Cristal y ahora la Casa de Alofoke. Ahora la viralidad primó antes la presencialidad física, por televisión abierta y pre paga.
La vida personal tampoco escapa. En la sociedad líquida, las relaciones se tornan inestables: vínculos amorosos y amistades que se forman y se rompen con rapidez. En la civilización del espectáculo, esas mismas relaciones se viven bajo el prisma de la imagen y la diversión, con la lógica de las redes sociales que premian la apariencia sobre la autenticidad.
Frente a este diagnóstico compartido, la pregunta es inevitable: ¿cómo rescatar profundidad en un mundo que premia la superficialidad? Bauman nos invita a reconocer la fragilidad de nuestro tiempo para no vivir en la ilusión de permanencia. Vargas Llosa, en cambio, llama a recuperar una cultura exigente, crítica y capaz de elevar al ser humano más allá de la distracción.
En definitiva, la comparación entre Bauman y Vargas Llosa nos ayuda a comprender mejor el presente. La Casa de Alofoke, como ejemplo criollo, es testimonio de una época donde lo sólido se evapora y todo se convierte en espectáculo. No se trata de rechazar la liquidez ni el entretenimiento, sino de recordar que una sociedad necesita también raíces, pensamiento crítico y profundidad cultural. En tiempos de inmediatez, quizás el mayor acto de resistencia sea detenerse, leer con calma, pensar a fondo y rescatar la seriedad de los grandes debates que dan sentido a la vida pública. En el 2028 , ganará el más simpático…?
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