Y como si no fuera nada, Colombia regresó a aquellos años 80 y 90 en el que la sangre corría por las calles a todas horas y se aniquilaban a candidatos o políticos en función por orden del crimen organizado. Precisamente en esos convulsos y atroces años fue asesinada la periodista Diana Turbay por los sicarios del conocido narcotraficante Pablo Escobar.
Diana fue la madre del senador Miguel Uribe Turbay baleado recientemente en una especie de meetingimprovisado por parte de un carajito de 14 años que confesó lo hizo por plata, nada nuevo. Una situación que conmociona a Colombia y más en estos momentos de tanta crispación y polarización política propiciada de manera enérgica por el mismo presidente Gustavo Petro, incluso a lo interno de su gobierno.
Dos tiros en la nuca mantienen al senador Uribe Turbay en delicada situación de salud, aunque estable dentro de su cuadro clínico. Fuera del hospital Fundación Santa Fe, las vigilias se suceden por cuarto día consecutivo. Grupos de oración ruegan por la recuperación del senador del partido Centro Democrático.
En ese sentido, según el presidente colombiano Petro, «lo sucedido contra Miguel fue ejecutado por enemigos de su gobierno, no era tanto hacerle daño a Uribe, sino a su gobierno, tanto así que sus propios hijos están amenazados de muerte». Añadió también, «solo como hipótesis, pero con indicios muy fuertes que han llegado dirigentes muy altos de la oposición y a nosotros, es que el auto del atentado sería la mafia con asiento internacional».
En los últimos meses, el presidente Petro ha denunciado un plan para asesinarlo, y siempre apunta hacia el mismo lugar y actor desconocido: «La nueva junta del narcotráfico». Según el mandatario es una red criminal que dirige desde Emiratos Árabes Unidos los principales negocios de la cocaína en latinoamericana. Sin confirmaciones oficiales sobre esa existencia, Petro insiste en que se trata de capos que controlan el crimen en Colombia bajo las órdenes de Julio Lozano Pirateque, alias Patricia.
Por su parte, el senador Miguel Uribe es una voz crítica contra todas las reformas pendientes por hacer y propuestas por el gobierno del mandatario colombiano. A raíz de lo sucedido también se ha mencionado y criticado la falta de apoyo y cuerpo de vigilancia que merecía el senador y que fue solicitada por su equipo al gobierno de turno.
Lo que sí es cierto y no deja de ser un aditivo a la situación es que el presidente de Colombia, como sucede y está sucediendo en otros países, lleva meses insultando y propiciando la polarización desde su presidencia contra la oposición política incluso, dentro su propio gabinete presidencial. Es tanto así, que una de las noticias más destacadas de todos los medios colombianos en este momento es «que ni el gobierno ni la oposición encuentran el camino para suavizar el discurso político y bajar el tono». El propio ministro de interior, Armando Benedetti, invitó a todos a bajar ese tono del discurso luego del atentado al senador.
Por cierto, el sicario, ese muchachito a quien le encomendaron esa terrible misión con una pistola Glock 9 milímetros comprada en Arizona, Estados Unidos, en el año 2020, será llevado a un centro de reformación de adolescentes. Un sujeto que debería ser juzgado como lo que es, un asesino. Aún, la fiscalía no lo interroga.
El senador Miguel Uribe, tenía 4 años cuando su madre fue asesinada y su propio hijo tiene esa misma edad en este momento, es senador y precandidato presidencial por el Partido Centro Democrático, fundado por el expresidente Álvaro Uribe. Además, de ser nieto del expresidente Julio César Turbay. Una familia de larga tradición política en Colombia. El nuevo parte médico difundido recientemente por la clínica donde se encuentra luchando por su vida, dijo que «sigue en estado crítico y tiene escasa respuesta a las intervenciones y manejos médicos avanzados».
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