Una de las estaciones del Metro de Los Alcarrizos debería llevar el nombre del ingeniero Diandino Peña Criquet, considerado por muchos como el «padre del Metro de Santo Domingo». Esta sería una forma noble y adecuada de honrar al hombre cuya visión y empeño sentaron las bases de uno de los proyectos de infraestructura más trascendentales en la historia contemporánea del país.
Formado en los valores cristianos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el ingeniero Peña es un ejemplo de disciplina, planificación y eficiencia. Paradójicamente, y fiel a su humildad, probablemente rechazaría esta distinción si llegara a ser considerada. Sin embargo, eso no debe ser impedimento para que la sociedad reconozca su legado de manera oficial.
E16 de agosto de 2004, sorprendió a la opinión pública. Aquel día, el entonces presidente Leonel Fernández designó a Diandino Peña como Gerente del Metro de Santo Domingo. Aquella decisión provocó desconcierto en muchos sectores, que no imaginaban la magnitud del proyecto que comenzaba a gestarse. Años más tarde, esa visión se transformó en una realidad concreta y trascendental para cientos de miles de dominicanos.
El país aún recuerda el desconcierto inicial que provocó ese decreto. ¿Un metro en Santo Domingo? ¿Era viable una obra de esa magnitud en una ciudad azotada por el caos vehicular y la falta de planificación urbana? Con el tiempo, las dudas se disiparon. La visión se convirtió en realidad.
El segundo gobierno del Partido de la Liberación Dominicana tuvo que salir a explicar el alcance de aquella designación. No era un simple nombramiento burocrático: se trataba del inicio de un ambicioso plan de movilidad urbana que, años después, cambiaría para siempre la forma en que se desplazan cientos de miles de dominicanos.
A pesar de los intentos por manchar su nombre en el marco de pugnas políticas, el ingeniero Peña sigue siendo una figura técnica de referencia. Técnicos de la actual gestión de OPRET han confirmado que han acudido a su experiencia en varias ocasiones, reconociendo el valor de su conocimiento. En este caso, ha primado la sensatez por encima de la retaliación política.
Lamentablemente, el actual gobierno no ha sabido comunicar con efectividad la importancia de la expansión del Metro hacia el oeste. Las obras en Los Alcarrizos carecen de una defensa mediática a la altura de su impacto. ¿Será que reconocer esta gran obra implica aceptar la visión de futuro de Leonel Fernández? No hay que temerlo. Defender el Metro es defender el progreso.
Más de 400 mil personas usan a diario el Metro de Santo Domingo. Eso habla por sí solo de su utilidad. Sin esta infraestructura, la ciudad estaría aún más congestionada y caótica. Los 37 mil millones de pesos invertidos en la ampliación hacia Los Alcarrizos no son un gasto, sino una inversión necesaria para aliviar el transporte urbano.
Nombrar una estación en honor a Diandino Peña no es un acto político; es un acto de justicia. Significaría reconocer la obra de un dominicano que soñó con una ciudad moderna y que trabajó incansablemente para lograrlo. El Metro no solo conecta estaciones, conecta oportunidades, dignifica vidas y transforma la capital.
En tiempos donde escasea el reconocimiento a quienes verdaderamente aportan, este gesto sería una lección de gratitud y altura moral. La historia sabrá poner cada cosa en su lugar. Y el nombre de Diandino Peña debe estar, sin dudas, en una estación del Metro que él mismo soñó y ayudó a construir.
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