08/05/2025
Notas al Vuelo

Agradecer: El ancla que no se ve, pero sostiene

Vivimos en una era de medición constante. Todo parece necesitar validación externa: cuántos likes, cuántos seguidores, cuántas palmaditas simbólicas nos devuelven sentido. Y en medio de esa avalancha de métricas, la insatisfacción florece como maleza. Porque buscar plenitud afuera, en un entorno inestable y cambiante, es una receta segura para el vacío.

Por eso, practicar el agradecimiento no es una moda ni una frase bonita para colgar en redes sociales. Es, en realidad, una filosofía de vida que puede cambiar radicalmente nuestra percepción del mundo. No se trata de ignorar el dolor o romantizar las dificultades, sino de entrenar la mirada para encontrar significado incluso en lo que no salió como esperábamos.

Agradecer no es resignarse. Es reconocer. Es decir: “esto es lo que tengo ahora, y desde aquí también puedo construir”. Y eso es profundamente liberador. Porque cuando dejamos de perseguir una aprobación que siempre llega tarde o nunca llega, comenzamos a reconectar con lo que sí está: nuestra respiración, una mano amiga, el privilegio de estar vivos.

Agradecer nos devuelve el control. Nos recuerda que la paz no depende de lo que el otro opine, sino de lo que decidimos valorar. Es una práctica diaria, sí, pero no mágica. No hace que todo sea perfecto, pero sí nos ayuda a encontrar estabilidad incluso cuando afuera hay tormenta.

Por eso es importante desmontar la idea de que la gratitud es “positividad tóxica”. En realidad, es uno de los ejercicios más revolucionarios y aterrizados que podemos asumir. No se necesita incienso ni un retiro en las montañas, se necesita honestidad y una pausa. Para decirnos, en medio del ruido: “no tengo todo lo que quiero, pero sí algo por lo que seguir”.

No siempre será fácil. Habrá días grises, de duda, de cansancio. Pero si hay una base que sostiene incluso en esos días, es esa: agradecer no por conformismo, sino por lucidez. Por entender que lo importante no siempre se mide en aplausos, sino en calma.

Y esa calma, aunque parezca invisible, es el mejor hogar que podemos construirnos.

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