24/02/2025
Cine

«El 47» y «La infiltrada», empate sin precedentes en premios Goya

Con la lectura del sobre ganador de la categoría de Mejor película en los recién pasados premios Goya del sábado 8 de febrero de 2025, la Academia de Arte y Ciencias Cinematográficas de España ha reconocido la lucha comunitaria de Manolo Vital, conductor de autobús y líder surgido de un barrio marginado de Barcelona en los años 60; al igual que otorga una especie de medalla al valor de la agente de policía, encubierta, Arantxa, infiltrada durante los años 90 en la trama del grupo terrorista ETA, logrando evitar una serie de asesinatos.

El hecho de que El 47 (del barcelonés Marcel Barrena, responsable de Món petit (2012) y Mediterráneo (2021) y La infiltrada (de Arantxa Echevarría, también directora de Carmen y Lola (2018) y Chinas (2023) colectaran catorce y trece nominaciones respectivamente, sustentó la posibilidad del impactante resultado, anunciado como un giro de guion al final de la ceremonia. Y es que, si bien el tema de La Infiltrada sea ya un asunto político, objeto de estudio y debate constante, luego de que la organización terrorista ETA anunciara su autodisolución el 3 de mayo de 2018 tras la celebración de la Conferencia Internacional de Paz de San Sebastián.

Igualmente, es poderoso, vigente y latente, la narrativa de El 47, con la historia de decenas de familias que, a inicios de los años 60, con sus propias manos, levantaron Torre Baró, una favela en las afueras de Barcelona, ladrillo a ladrillo y tabla a tabla; confrontando el asedio policial y demandando luego la inclusión del servicio del autobús de la ruta 47, del cual Manolo Vital (interpretado por Eduard Fernández) era uno de sus conductores.

Es impactante el prólogo de El 47, en voz de la jovencita Joanna (Zoe Bonafonte) cuando comenta: “Durante la década de los años 50 y 60 del siglo pasado, miles de inmigrantes de Extremadura y Andalucía, dejaron su tierra huyendo de la miseria, del hambre de la posguerra (…) Buscando una vida más digna en zonas más industrializadas, como Euskadi, Madrid y Cataluña. Algunos podían comprar parcelas en el extrarradio de las ciudades, donde construían sus hogares.

Una escena de la película española «El 47».

El chabolismo y subarriendo era la única opción para la mayoría; y barrios de chabolas, de barracas, empezaron a crecer alrededor de las capitales. La Ley del Suelo, de aplicación estatal, decía que, si al salir el sol una construcción tenía techo, la autoridad no podía tocarla. Pero si al salir el sol no lo tenía, podía ser derribada (…) Esta es la historia de mi familia, de mi barrio, de mi ciudad y de mi país.” La historia que contienen esas palabras no resulta extraña para millones de personas que han visto o vivido un proceso similar. De ahí la frase de que el cine será mejor mientras más se parezca a la vida real.           

En cuanto a lo interpretativo, era de esperarse lo de Eduard Fernández como Mejor Actor Protagonista, no solo por su labor en Marco (de Aitor Arregi y Jon Garaño, con la historia de Enric Marco, quien hizo creer que había estado encarcelado en un campo de concentración y que presidió la Asociación Española de Víctimas del Holocausto) sino también, a nuestro entender, por combinar en 2024 un doblete con El 47.  Y si bien hay ternura y desafíos en el drama familiar y colectivo de Torre Baró, con especial enfoque al hogar de Manolo y Carme (Clara Segura, Goya a Mejor actriz de reparto) y su hija Joana (rebelde en crecimiento y aspirante a cantante coral, cuya subtrama aporta un ligero alivio al relato); también valoramos el tobogán de emociones y peligro que viven la infiltrada Arantxa (Carolina Yuste, Mejor actriz protagonista, sobresaliendo ante cuatro competentes de primera línea) y su superior Ángel (Luis Tosar), en un punzante thriller policial, bien delineado y constantemente al borde de lo inesperado. 

En fin, dos filmes de mucha valía y oportunos ante los actuales momentos que vive la actual sociedad española, que, si bien está revisando las cifras del terror causada por ETA, también está marchando y visibilizando el problema del costo de la vivienda, afectado por un modelo importado (“la lucha contra Airbnb en Barcelona se da en torno a la regulación de los alquileres turísticos y su impacto en la comunidad. El alcalde Jaume Collboni anunció en junio de 2024 que se prohibirán los alquileres temporales en la ciudad a partir de noviembre de 2028”)   

Una escena de la película «La infiltrada».

Hay que reconocerle al cine español el hecho de abordar, desde diversos puntos de vista, los principales tres temas sociopolíticos que afectaron a España durante el siglo veinte. Asuntos como la Guerra Civil (1936-1939), la dictadura de Francisco Franco (1938-1975, el llamado Franquismo, caracterizado por la ausencia de una ideología claramente definida más allá del anticomunismo y el nacionalcatolicismo; marcado por fuerte represión y exilio de miles de ciudadanos al extranjero. La cifra total de víctimas mortales oscila en varios centenares de miles de personas que perecieron en su mayoría en campos de concentración, ejecuciones extrajudiciales o en prisión) 

El tercer tópico es la lucha del grupo separatista vasco ETA (Euskadi Ta Askatasuna (País Vasco y Libertad, en lengua euskera, hablado parcialmente entre España y Francia), una organización clandestina, de corte militar y terrorista​ nacionalista; activa desde 1958 a 2018, proclamada independentista, socialista y revolucionaria. El País Vasco se sitúa al norte; ante la costa del mar Cantábrico; limítrofe con Francia y compuesto por los territorios de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya; destacando principalmente las ciudades de Bilbao, Vitoria y San Sebastián).

En estos tres asuntos, para los cuales debió esperarse la caída del régimen de Franco en 1975, se ha desarrollado una amplia filmografía en diversos tonos y con tintes revisionistas; para desmenuzar y recrear hechos que gravitaron sobre generaciones de españoles que aun hoy día tratan de cerrar sus heridas. La Guerra Civil y el Franquismo han sido el motivo de filmes como El árbol de Guernica (de Fernando Arrabal, 1975); Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984); La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985); Luna de lobos(Julio Sánchez Valdés, 1987); ¡Ay, Carmela! (Carlos Saura, 1990); Tierra y libertad (Ken Loach, 1995); Libertarias (Vicente Aranda, 1996); La hora de los valientes (Antonio Mercero, 1998); La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999); El mar (Agustí Villaronga, 2000); El viaje de Carol (Imanol Uribe, 2002); El lápiz del carpintero (Antón Reixa, 2003); Soldados de Salamina (David Trueba, 2003); Los girasoles ciegos (José Luis Cuerda, 2008); Pa negre (Agustí Villaronga, 2010); Pájaros de papel (Emilio Aragón, 2010); Incierta gloria(Agustí Villaronga, 2017); Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019) y La trinchera infinita (Jon Garaño, Aitor Arregi, J. Mari Goenaga, 2019) Por su parte, El laberinto del fauno(Guillermo del Toro, 2006), es una fantasía enmarcada en el periodo.

Otro fotograma de la película «La infiltrada».

ETA en pantalla 
Para aproximarnos a la historia de ETA, el cine y la televisión tienen especial trascendencia. La mayor cuota corresponde a la televisión. Tanto las cadenas convencionales como las nuevas plataformas han emitido obras sobre este tema. En esta cifra se incluyen varias series que, por su duración, tienen más impacto que un breve telefilme. 

Destacan dos documentales, producidas por Movistar+ y Amazon respectivamente: ETA: el final del silencio (2019, de Alfonso Cortés Cabanillas y Jon Sistiaga); y El desafío: ETA (2020, de Hugo Stuven); a los que sumamos El proceso de Burgos (1979, Imanol Uribe), Asesinato en febrero (2001); La pelota Vasca. La piel contra la piedra (2003) y Bajo el silencio (2020, de Iñaki Arteta), entre otros.

Gran impacto han tenido dos series de ficción muy populares: La línea invisible (2020, dirigida por Mariano Barroso para Movistar+, sobre los primeros asesinatos de la banda terrorista en 1968), y la adaptación de la exitosa novela Patria, de Fernando Aramburu, para HBO (2020) ideada por Aitor Gabilondo. Y no ha faltado el enfoque diferente, con humor, pues con un tratamiento crítico con la violencia, también se ha abierto hueco la comedia Fe de etarras (Netflix, 2017, de Borja Cobeaga)

«A lo largo de treinta años (1976-2006) llegaron a realizarse casi cuarenta títulos cinematográficos, cuyo argumento, de una u otra forma, tiene como eje a la organización ETA. En ningún momento, los realizadores se encontraron con un ambiente favorable: ETA es un tema tabú para el cine español. Esta situación está motivada por una extraordinaria contradicción: la libertad de expresión, representada por el Séptimo Arte, choca con una sociedad que sufre con el dolor causado por el terrorismo. Las víctimas, por un lado, y las posiciones políticas enfrentadas, por otro, pueden generar un clima de autocensura difícil de superar. Imanol Uribe, director de El proceso de Burgos y La fuga de Segovia, es quien mejor ha expresado esta compleja panorámica…».

 El cine se ha ocupado de obras como Comando Txikia: Muerte de un presidente (1977, José Luis Madrid); Toque de queda (1978, Iñaki Núñez); Operación Ogro (1979, Gillo Pontecorvo); La fuga de Segovia (1981); El caso Almería (1984, de Pedro Costa); La muerte de Mikel (1983, Imanol Uribe); Goma-2 (1984, José Antonio de la Loma); La blanca paloma(1989, Juan Miñón); Sombras en una batalla (1993, Mario Camus);  Días contados (1994, de Imanol Uribe); Yoyes (1999, de Helena Taberna); El lobo (2004 de Miguel Courtois); El negociador (2014, Borja Cobeaga); Cuando dejes de quererme (2018, Igor Legarreta), El hijo del acordeonista (2018, Fernando Bernués) y Maixabel (2021, Iciar Bollain), entre otras.

Todo ello confirma que no ha cesado el interés audiovisual por la historia de la terrible organización. Así, se ha dejado atrás el dicho que algunos productores repetían hace unas décadas; hablaban de que ETA era «veneno para la taquilla». «La mayor parte de las obras recientes han intentado evitar justificar la violencia, y a la vez, han rescatado la memoria de las víctimas de ETA».

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