Todo el encanto de la discografía que produjo Johnny Ventura hasta este momento de su primorosa carrera, se refleja con cristalina claridad rítmica en este elepé que tituló El caballo negro: en su decimoquinto aniversario, un guiño errado a sus 15 años en el arte, cuando en realidad el primero de enero de 1979 –cuando se publicó el álbum– tenía 17. Esto no es más que reafirmar el picante salero de sus canciones, el merengue muy bien orquestado, arreglos en sintonía con su inconfundible marca registrada y las referencias a la sabiduría popular. No es casual que apueste a las composiciones de Ramoncito Díaz, entonces en sus años de mayor productividad artística.
El Caballo no sacrifica una pizca de todo aquello que posibilitó su asunción al pináculo de la fama. El elepé inicia con La suegra, precisamente autoría de Ramoncito Díaz, uno de sus emblemáticos merengues, el que se aproxima a la plenitud creativa del artista. El difundo abre la cara B de esta producción, producto del ingenio del mismo compositor, que se salda probablemente con las dos canciones más exitosas de este cancionero. Como consiguió con sus discos más logrados, el artista pasa de un género a otro sin echar a perder su esencia.
En las diez canciones que justificaron la celebración discográfica de su decimoquinto aniversario, Johnny Ventura va componiendo una narrativa artística que va del blanco al negro, de lo alegre a lo triste. Como ejemplo está Alegría y penas, de su autoría, otro merengue sabroso con tonalidades a dos tiempos: el ritmo moderado que de repente acelera el paso. Y no crean que atribuirle a La suegra y El difunto la exclusividad del éxito más resonante de este repertorio, es porque hayamos olvidado el tema que cierra, el último. El cuabero, también producto del ingenio de Ventura, cumple con todas las de la ley para ser el primero.
El cuabero llegó donde la vecina para llevarle su estilla. Una frase que grafica el inofensivo doble sentido que ponía de manifiesto este artista cuando se sentaba a crear sus canciones. Johnny Ventura se muestra aquí como siempre fue, diáfano, directo sin herir sensibilidades morales, ingenioso y, para poder convertirse en lo que fue, un hombre dispuesto a sintonizar con el público de orígenes modestos. Ernesto Alejandro comparte créditos con el artista en los créditos de Cuento de camino, un bolero sin pretensiones interpretado por Roberto del Castillo.
Junto a Del Castillo, se reparten la interpretación de los temas. Además del bolero, el segundo canta Traicionera, otro merengue que obtuvo popularidad. Johnny también compuso No quiero verte, Tus lindos ojos y Con ta bai. De Juan Lanfranco grabó El cachimbo, tan icónico en el filón de éxitos acumulados durante su portentosa carrera. Se aprecia en esta producción un cuidado de los detalles, que el artista se esmeró en la selección de las canciones, todo ello necesario cuando del Combo Show tenía apenas poco más de un año que había perdido dos integrantes fundamentales tras la salida de Anthony Ríos y Luisito Martí.
Al tiempo que se estrenó En su decimoquinto aniversario, Johnny Ventura generó con este álbum que se reafirmara su impronta artística, su estatura como líder indiscutible del merengue, cuando a finales de los 70 estaba en franco apogeo y prolífica creación.
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