Una obra de producción original, sea musical, comedia o drama, debe respirar el mismo aire de su gente, que se empeñe en desnudar sus defectos, su idiosincrasia, que funcione como alerta para sacudir la mente hundida en la profundidad de lo superficial, el engaño, la monotonía y la insensatez. Mucho sentido y actualidad tiene el relato que sustenta Divorciados, el nuevo montaje producido a dos pensamientos –hombre y mujer– muy bien hilvanado por Jean Villanueva (El Panda que Anda) y la actriz y cantante Rosa Aurora.
Como estrella fugaz, aparecen en cartel obras que en su totalidad son de factura dominicana. Es el caso de Divorciados, en el que Villanueva se reserva la idea original, el libreto y comparte producción y dirección con Aurora, autora de gran parte de las 14 canciones que ambientan esta realización. Loable la incursión de estos dos artistas para embarcarse en un montaje con un trabajo de escenografía de primera, la participación de una orquesta en vivo y dirigir un elenco de casi 20 personas, para escenificar un musical tan dominicano como la idea que sustenta su argumento.
El musical Divorciados resalta en una cartelera dinámica y activa dominada, salvo como la excepción que es en sí mismo, por montajes de obras de autores clásicos y extranjeros. Este es su valor principal, descontando el éxito de taquilla que han logrado sus productores en la sala Manuel Rueda de Bellas Artes. Esta es la historia que plantea, en palabras de sus productores: «Es una comedia musical sobre las dificultades que atraviesa el matrimonio en sus diferentes etapas», explican. «Las muchas veces inevitable decisión del divorcio y cómo esto afecta directa e indirectamente a todo el núcleo familiar».
Jean Villanueva y Rosa Aurora se liberan de todo compromiso con el teatro dramático y sus rigores interpretativos, y se lanzan a una aventura en la que apelan al humor cotidiano que navega a chorro en las redes sociales, y el lenguaje coloquial que tanto se escucha en voces de los jóvenes, adultos y hasta adultos mayores. Se apoyan en cinco personajes que representan el optimismo (Coral González), la frustración (Alexander Vásquez), el pesimismo (Montserrat Sanz), la melancolía (Natalia Rosalía Sánchez) y la inseguridad, (Juanma González).
Vestidos de negro, con su omnipresencia en la escenificación a cargo de las tres parejas que en realidad es una sola dramatizada en distintas etapas del matrimonio –muy bien tratado este recurso– cada sentimientoenriquece o impacta a medias en la exposición de cada caso. Como casi todos los musicales, el gran reto es complementar los tiempos del argumento con las canciones que, a su vez, matizan el pulso de la narración. Y al parecer es un imposible caer por debajo de las dos horas, con un intermedio de quince minutos que también es de rigor en el género.
La falla principal en Divorciados se puede apreciar desde el inicio: los cinco sentimientos salen a escena por las escaleras de la sala, con rabia manifiesta, en un coro ensordecedor que afecta el entendimiento de sus textos. Ese tono prevalece a lo largo de la obra, acentuado por el optimismo, dominada por las cualidades de su «personificación», estalla con una frecuencia dolorosa por encima de los demás.
El hilo narrativo del musical, las discusiones constantes, suponen para cada intérprete que debe manifestarse en duelos altisonantes que afectan su empaque final. Como Jean Villanueva y Rosa Aurora se tomaron en serio su vocación teatral, amplificar estos elementos para funciones próximas, contribuiría a un disfrute pleno de su puesta en escena, a fin de que el público pueda apreciar mejor su desarrollo. Tomar como referencia el trabajo de la veterana Bernardita García puede ser una guía práctica y efectiva. Sin duda.
Casi siempre, resulta una tarea bien difícil el género musical, así en el teatro como en el cine. Es encomiable que estos dos jóvenes productores, artistas y directores decidan asumirlo con el afán que se percibe en sus producciones. Y Divorciados tiene más virtudes que defectos, en su conjunto, es una obra efectiva, con actuaciones apreciables y otras no tanto, como regla infalible en un elenco numeroso. Jean Villanueva y Rosa Aurora pueden considerarse como propulsores de una nueva generación que en el tiempo debe ir madurando, en su aspiración de alcanzar la excelencia artística.
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