La reciente visita del secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, ha reavivado las tensiones en torno a la relación con Haití, un tema que históricamente ha generado debates intensos tanto a nivel local como internacional. Mientras la comunidad internacional, encabezada por potencias como Estados Unidos, busca abordar la crisis en Haití desde una perspectiva humanitaria, los dominicanos tienden a ver el asunto como una amenaza directa a su soberanía y estabilidad nacional. Esta divergencia de enfoques pone de manifiesto las diferencias fundamentales entre cómo se percibe el problema en la República Dominicana y cómo lo ve el resto del mundo.
El 6 de septiembre pasado Blinken se reunió con el presidente Luis Abinader para discutir, entre otros temas, la situación en Haití, un país devastado por la violencia de pandillas y una crisis política crónica. Blinken llegó a Santo Domingo después de haber visitado Haití, donde discutió la necesidad de apoyo internacional para restaurar la seguridad y permitir que el país pueda eventualmente organizar elecciones en 2025. Aunque este esfuerzo humanitario es visto positivamente por la comunidad internacional, en nuestro país la visita generó sospechas, con algunos sectores de la sociedad temiendo que Estados Unidos esté presionando al gobierno dominicano para que asuma un papel más activo en la crisis haitiana, lo que pondría en riesgo la soberanía del país.
Para muchos dominicanos, el tema de Haití no es solo una cuestión de solidaridad humanitaria, sino un desafío a la estabilidad del país. La migración masiva de haitianos ha sobrecargado los servicios públicos, especialmente en áreas como la salud y la educación, y ha generado tensiones adicionales en una sociedad que ya enfrenta sus propios retos económicos. Los hospitales y las escuelas están desbordados, y la presión sobre estos sistemas ha alimentado una narrativa en la que la protección de la soberanía y la defensa de las fronteras se han convertido en prioridades nacionales.
Nuestro gobierno ha respondido a estos desafíos con una serie de políticas destinadas a proteger la frontera y gestionar el flujo migratorio. Una de las medidas más visibles ha sido la construcción de un muro fronterizo con Haití, lo cual ha generado críticas internacionales. Para muchos en la comunidad internacional, este muro es visto como un símbolo de aislamiento y falta de solidaridad con el sufrimiento del pueblo haitiano. Empero, desde la perspectiva dominicana, es una herramienta crucial para salvaguardar la seguridad y la estabilidad. En este contexto, las políticas migratorias más estrictas no se perciben como inhumanas, sino como una defensa legítima de la soberanía nacional.
El enfoque internacional en la crisis haitiana, impulsado en gran parte por las organizaciones de derechos humanos y las agencias internacionales, tiende a ver el problema desde la óptica de la cooperación y la asistencia humanitaria. La expectativa es que la República Dominicana, como país vecino, juegue un papel clave en la solución de la crisis, tanto a través de la acogida de inmigrantes como mediante su participación en misiones de seguridad y asistencia. No obstante, para una gran mayoría de dominicanos, estas expectativas internacionales ignoran las realidades locales y los impactos negativos que ya se sienten en el país debido a la migración masiva.
Blinken reconoció los esfuerzos del país para gestionar la situación en Haití, pero también subrayó la importancia de continuar colaborando con la comunidad internacional. Uno de los acuerdos alcanzados fue la decisión de trabajar juntos en la próxima Asamblea General de la ONU para renovar el mandato de la misión internacional de seguridad en Haití, con la esperanza de que otros países también se sumen al esfuerzo. A pesar de este acuerdo, las tensiones en torno al tema de la soberanía persisten.
La visita de Blinken ha puesto en evidencia estas diferencias fundamentales entre la visión internacional y la percepción dominicana. Mientras que la comunidad internacional espera una respuesta basada en la solidaridad y la cooperación, los dominicanos priorizan la protección de su soberanía y la estabilidad interna. Este conflicto de enfoques plantea un desafío significativo para el futuro de las relaciones bilaterales, ya que la República Dominicana busca equilibrar su colaboración en la solución de la crisis haitiana con la necesidad de proteger sus propios intereses nacionales.
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