22/11/2024
Opinión

A Zoila, en el 30 aniversario de «TV-Revista»

A principios de los 90, laborábamos en el Listín Diario como digitador, oficio en extinción las redacciones. Un digitador se encargaba de «digitalizar» en las computadoras los textos que los periodistas redactaban en las máquinas convencionales. Era igualado, para cubrir turnos solo los fines de semana, pero de vez en cuando, asumía horarios de lunes a viernes cuando alguno de los digitadores fijos salía de vacaciones o estaba de licencia médica.

En una de esas coberturas laborales, conocí a Zoila Puello, o ella me conoció a mí: «Chuchi lindo, toma digítame eso rápido, que me tengo que ir. Dale que tú eres rápido». Me dejaba dos y tres artículos –o notas de prensas que llegaban a su despacho– y en lo que ella regresaba a su oficina, en pocos minutos, iba y le llevaba los «códigos» de los trabajos ya digitalizados. «Tú eres un diablo», me decía muy feliz, porque en mi departamento el trabajo se acumulaba y cada digitador tenía su periodista favorito.

Antes, había tenido la oportunidad de ver personalmente a Zoila saliendo de las instalaciones del Listín Diario, cuando un grupo de estudiantes de Comunicación social de la Universidad Católica Santo Domingo visitamos el edificio para un recorrido por casi todos sus departamentos, incluyendo la inmensa nave donde operaba la rotativa. Ahí nos saludó, con su risa siempre a flor de labio, y se detuvo para dirigirnos unas palabras de aliento al futuro grupo de reporteros.

Salí del Listín creo que un año o dos después y desempeñando la misma labor –aún estudiando en la Católica– coincidimos en el desaparecido periódico El Siglo, donde fue contratada por Osvaldo Santana para que se encargara, junto a José Tejada Gómez, de un suplemento de arte y espectáculos. Corría el 1998 ó 1999. En una de esas idas, coincidimos en la salida, y me preguntó que dónde iba para darme una «bola».

Zoila celebra en grande junto a su otro hijo, el editor de Espectáculos del Listín Diario, Ramón Almánzar. Al fondo, a la izquierda, Angelita Elmúdesi.

Es probable que esa fuera la primera vez que sostuviéramos una conversación bien extensa, durante todo el viaje. «Trata siempre de hacerle un favor al que tú puedas, asume el periodismo como un sacerdocio que tú tienes por delante un futuro promisorio». Poco tiempo después, Santana, entonces director ejecutivo de El Siglo, me ascendió a reportero y tras la apertura del suplemento cultural que salía los sábados (bajo la edición de Diógenes Céspedes) pues me hicieron subeditor de Cultura.

He querido rememorar aquellos primeros días en que conocí a Zoila, ese Espíritu que todo el mundo quiere, admira y respeta. No solo en el mundo del periodismo. Su trayectoria, su impronta, su sello, ha trascendido a la farándula.

Desde aquel primer momento a principios de los 90, Zoila no solo ha ido de la mano junto a nosotros, sino que ha servido de ejemplo para toda una generación de periodistas y comunicadores. Siempre que la he necesitado, solo he tenido que llamarla y ahí ha estado. Nunca me ha dicho que no. Ha sido la voz de la ecuanimidad, de la experiencia, la sabiduría. En las redacciones, en la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) mientras estuve al frente del Comité Ejecutivo (2011-2013), en lo familiar… en fin.

En noviembre pasado, asistimos al ágape de su cumpleaños. Todo un lujo. Allí compartimos con su hermosa familia, sus amigas y amigos de toda una vida y gente que ella quiere mogollón. Días después, tuvimos la oportunidad de brindar junto a ella y Ramón Almánzar, «su otro hijo», en el 30 aniversario de «TV-Revista». Un acto elegante, con la calidez que le caracteriza.

Entre quienes ejercemos el oficio –y en la farándula probablemente más que en las demás áreas– no se da con frecuencia ni el estímulo ni el reconocimiento ni el manifiesto de la admiración. Creo oportuno, por lo que me toca, celebrar con derecho propio, todo lo que Zoila Puello representa para todos nosotros. A 30 años de «TV-Revista» y 25 de aquel «Chuchi Lindo» que me susurró al oído para estimular mis dedos de mecanógrafo aventajado. Te quiero, Espíritu.

Artículo escrito por Maximo Jimenez

Periodista, crítico de cine. Ex presidente de la Asociación de Cronistas de Arte (2011-2013), autor del libro «La gran Aventura de la bachata urbana» (2018).

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