Quienes me leen me habrán oído mencionar el concepto ideación para referirme a las sesiones creativas que se cultivan en el ámbito de la innovación.
Las sesiones de generación de ideas funcionan con unas reglas específicas para lograr los mejores resultados. La primera de estas es no juzgar. No se califican como malas ninguna de las ideas que emerjan, por disparatadas que luzcan, pues se parte de la premisa de que la única manera de llegar a una buena idea es teniendo cientos de ideas inservibles.
La imaginación consiste en no quedarse con las ideas primeras, sino en explorar decenas y decenas más, hasta dar con una, dos o tres que sean geniales. Lo que importa es la cantidad, inicialmente, no la calidad. De depurar ya nos ocuparemos más adelante.
En estos días, un amigo me preguntaba hasta cuándo íbamos tener a celebridades metiéndose a la política. Le respondí que eso era bueno, pues mientras más ciudadanos participaran en política, mejor. «¿Hasta Robertico?», me dijo. «Hasta Robertico», le dije.
Veo con buenos ojos la incursión de Alfonso Rodríguez y El Torito en la política. El potente liderazgo social que está gestando Judith Cury en el ámbito social. El liderazgo emergente de Bredyg Disla en el mundo empresarial. El crossover de Milton Morrison del gremialismo empresarial a la organización política.
Me simpatizan todos los nuevos líderes que surjan en este momento, sólo por el hecho de ser nuevos. Sin pensar si son buenos o malos, independientemente de su potencial, carisma, habilidad de comunicación, inteligencia emocional, capacidad analítica, capacidad organizativa, valores éticos o cualquier otro rasgo que uno quisiera en un líder.
La aplicación de los principios de ideación y otros recursos comunes en el mundo de la innovación para impulsar la renovación del liderazgo nacional es una idea que me viene dando vueltas en la cabeza desde hace tiempo, ante la escasez de líderes que padecemos en la vida pública nacional. Viejos hay, pero yo hablo de nuevas energías, que ilusionen, que nos devuelvan el entusiasmo electoral a los que escépticos que formamos la mayoría silenciosa.
Si en las universidades existen las incubadoras de negocios, ¿por qué no existen incubadoras de líderes?¿Si existen aceleradoras de negocios, por qué no aceleradoras de liderazgos?
Las clases de pensamiento crítico, oratoria y Design Thinking que se están impartiendo en los mejores y más caros colegios de Santo Domingo son un buen comienzo, pero no es bueno para la movilidad social y la equidad social que esas formaciones se concentren exclusivamente en las élites.
Como tampoco es bueno que las clases de liderazgos que se imparten en nuestras universidades se enfoquen exclusivamente en los negocios. ¿Acaso no tenemos una necesidad de renovar los liderazgos en todos los ámbitos de nuestra sociedad? He ahí una buena causa para quien esté buscando respaldar una iniciativa de responsabilidad social corporativa que tenga un impacto nacional de largo plazo. ¿Quién se anima?
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