Todo comenzó cuando a mediados de diciembre de 2016, el presidente Barack Obama, dispuso una serie de sanciones contra Rusia, que incluían expulsiones de diplomáticos suyos de Washington. Alegadamente habían hackeado el correo de la candidata del Partido Demócrata, Hilary Clinton, obteniendo información privilegiada de esta, cuando ocupó el cargo de Secretaria de Estado. Se cree, de acuerdo con los informes que se poseían entonces, que ello resulto catastrófico para la causa liberal: la subsiguiente campaña de descrédito que terminó desmoralizando la campaña de la esposa de Bill Clinton, permitiendo contra todo pronóstico, el triunfo de Donald Trump.
El recién electo presidente, en principio cuando fue consultado sobre esta situación la calificó de ridícula, pero un hecho que lo comprometió, estiman los analistas, fue la designación como Secretario de Estado de Rex Tillerson, ejecutivo petrolero cercano a Vladimir Putin. Otra evidencia, en el mismo orden, fue la declaración de algunos líderes de la Cámara Baja, lo mismo que los pronunciamientos de Mitch Mcconnell, líder republicano en el Senado, en relación a una posible investigación que determine si existió o no el hackeo de correos electrónicos. La situación se agravó, estiman estudiosos, cuando James Clapper, director de inteligencia Nacional y el de la Nasa, Mike Rodgers, manifestaron su convencimiento de la injerencia rusa en las elecciones.
Haciendo caso omiso a declaraciones e informes, el presidente se mostró dispuesto a levantar las sanciones impuestas a Rusia, confirmando sus intenciones de colaborar con el Kremlin y cooperar contra el Estado islámico. Las aguas parecían calmarse; pero la dimisión de Michael Flynn, el consejero de Seguridad Nacional del presidente, reavivo el escándalo, tras la prensa filtrar que hubo contactos con el gobierno ruso. Se diría que esto guarda una gran similitud con el escándalo de Watergate donde las filtraciones a la prensa por parte del mismo gobierno fueron acciones constantes.
Según el periódico The New York Times, miembros de la campaña de Trump se reunieron con funcionarios rusos para trazar las estrategias de filtraciones, algo que llamó poderosamente la atención en momentos de controversia, y que siguió abonando el anuncio del presidente Putin, de restablecer las comunicaciones entre los servicios secretos de ambos Estados. Pero se estima que la cuerda se tenso todavía más con las declaraciones de los representantes demócratas exigiendo la comparecencia de Michael Flynn, ex consejero de Seguridad Nacional.
Fiel a su estilo, el Presidente Trump se refirió a las actuaciones del FBI, afirmando que era víctima de una casería de brujas y criticando la forma de su investigación. Se pidió incluso, que dicha institución que desmintiera contacto alguno entre su equipo de trabajo y el Kremlin, y las aguas se desbordaron cuando se revelo que que el actual fiscal Jeff Sesions sostuvo dos reuniones con el embajador ruso, Sergei Kislyak, en plena campaña presidencial, lo que debió acrecentar la campaña de desprestigio contra la candidata demócrata Hilary Clinton. Las cosas se agravan porque éste, en su comparecencia ante Senado, no reveló esta información, lo que se conoce como el grave delito de perjuro, o de mentir bajo juramento. Luego alegaría en su defensa que estos encuentros se produjeron en calidad de miembro del comité de servicios armados.
Quizás el escándalo más sonado hasta ahora del mandato de Trump ha sido el protagonizado por el ex director del FBI, James Comey. La polémica inició cuando este fue citado por la Cámara de Representantes y admitió que el departamento estaba en un proceso de investigación sobre posibles vinculaciones entre el Kremlin y el gobierno de Estados Unidos. Otro asunto que llama la atención es que el ex jefe campaña de Trump, Paul Manafort, fue buscado, se dice, no por el entorno del presidente de las barras y las estrellas, sino por el de Putin, por un monto de 10 millones de dólares, abonados por el empresario ruso Ole Derispaka. La casa de Manafort fue intervenida por el FBI, como producto de las pesquisas.
Pero también se ha prestado para muchas especulaciones lo del yerno del primer mandatario Jared Kushner, quien sostuvo una reunión con el embajador ruso en suelo americano. Ese encuentro tuvo lugar en la torre Trump, a la cual para agregar más de que hablar, asistió el general Flyn. Luego de esta reunión el esposo Ivanka Trump, hija predilecta del mandatario, se reunió con el presidente del banco Vnesheeconombank. El alegato de respuesta del gobierno frente a estos hechos es que allí se hablo acerca de la ley implementada por el gobierno ruso en 2012, que prohíbe que ciudadanos estadounidenses adopten niños rusos.
Mike Flynn, llegó a los titulares cuando, según reportes, declaró que estaba dispuesto a colaborar con la investigación que desarrolla el FBI de la injerencia rusa a cambio de inmunidad. En 2016, este general fue uno de los más ácidos críticos contra colaboradores cercanos de Hilary Clinton, que ofrecieron declaraciones acerca del servidor de la ex candidata presidencial, a cambio de inmunidad. En algún momento Flynn expreso “si no eres culpable de un crimen, ¿para que necesitas la inmunidad? “lo que hace muy paradójica su situación posterior».
Uno de los sucesos que mas llamó la atención en las elecciones fue que unos días antes de esta se produjo el anuncio del FBI, sobre la investigación de los correos electrónicos de Hilary Clinton, lo que a los ojos del electorado puso en tela de juicio la moral de la candidata demócrata. Analistas creen que Trump sacó partido al declarar que era el mayor escándalo desde Watergate. En su defensa, el ex jefe del FBI declaró que hubiera sido catastrófico para la institución no revelar dicha información.
Después de varias situaciones del presidente Trump al querer forzar al entonces director del FBI, a declarar que no existía prueba para proseguir la investigación de injerencia rusa y al este alegadamente negarse fue despedido, y el escándalo fue mayor cuando el día después se reunión con el embajador ruso en Washington.
Debido a estos hechos, se procedió a nombrar un fiscal especial, Robert Muelle, quien fuera jefe del FBI. El antecedente data de 1973, con el escándalo de Richard Nixon, y este fiscal entra en escena cuando es necesario investigar un caso de relevancia y evitar la posible intromisión del primer mandatario. El designado es Rod Rosenstein, debido a que Jeff Sesion se aparto del proceso por sus vínculos con Rusia, este realizara indagaciones e investigación y finalmente rendirá un informe en el que decidirá si presentara cargos o no contra el presidente. La amenaza del impeachment acecha una vez más.
Uno de los grandes problemas que enfrentó Richard Nixon para contener el escándalo de Watergate, fueron las constantes filtraciones de un anónimo conocido como “garganta de oro” que 30 años más tarde supimos por su confesión, era Mark Felt, ex director del FBI. Del mismo, Trump se ha enfrentado a problemas graves de filtraciones, por lo que su ex jefe de prensa Anthony Scaramucci, que ostentó el cargo por apenas 11 días, declaró dejando a todos de una pieza, “lo que quiero es matar a los que filtran información”.
La estocada final del presidente Nixon fueron una series de grabaciones de su autoría, ¿cual será la de Donald Trump? ¿Culminará el mandato de su período presidencial? ¿Son tan fuertes las supuestas informaciones o fotografías vergonzosas que posee el Kremlin para que el presidente haya cedido ante estos? Ustedes ayúdenme con las respuestas.
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