El fin del poder, publicado hace cuatro años por el escritor venezolano Moisés Naím, es un libro que está resistiendo muy bien el paso del tiempo, sobre todo si se toma en cuenta que el autor escribe sobre una realidad cambiante y que cambia más rápido que nunca en la historia de la humanidad.
El ensayo de Naím plantea, en resumen, que aunque ahora es más fácil que antes acceder al poder, es también más fácil perderlo y más difícil ejercerlo.
El poder, cada vez más, se ha difuminado, fragmentado y repartido entre los distintos actores de la sociedad, y es así como ha venido a ser que muchos «micropoderes» tengan una capacidad de veto que antes no tenían frente a los «macropoderes», no, por lo menos, en la medida que lo tienen ahora.
Unos activistas que frenan la inversión mayúscula de una cementera, aunque cuente con la bendición del presidente de la nación y sea una iniciativa de uno de los principales grupos económicos del país, son una expresión elocuente de la atomización del poder y de ese poder de veto que antes citaba.
Un outsider, que ni siquiera entra en los pronósticos de las encuestas y los analistas políticos, se alza, sin embargo, con la victoria en unas elecciones presidenciales contra políticos veteranos, que cuentan con el apoyo de los grandes medios, los grandes patrocinadores privados y la maquinaria electoral de los grandes partidos.
Y es así que también las grandes democracias se vuelven «vetocracias» e inoperantes.
Naím aporta evidencias apabullantes de sus ideas, respaldadas por estadísticas, el pensamiento de otros intelectuales, historias recientes, más y menos conocidas, el testimonio de estadistas y magnates y un variado abanico de demostraciones adicionales.
El autor toca el ámbito de la política, de las empresas, las religiones, las «primaveras», los «indignados», los medios tradicionales, los medios digitales, la tecnología, las start-ups y los múltiples impulsores y detonantes de los cambios sociales que analiza. Son tres revoluciones, a su ver, las que motorizan estos cambios, y las que enmarcan hoy día la obtención, la retención, la gestión y la pérdida del poder: la Revolución del Más, la Revolución de la Movilidad y la Revolución de la Mentalidad.
La Revolución del Más establece que hay más volumen de todo. Billones de datos que diariamente suben a la nube digital, más estados nacionales, más habitantes, más población joven que nunca, pero también más gente longeva, más conflictos sociales, más medios de comunicación, más producción, más productividad, más competencia, y, en definitiva, más de todo.
Al mismo tiempo, se mueven diariamente más cantidades de cualquier cosa que cualquiera pudiera imaginar: más personas, datos y mercancías cruzan fronteras nacionales, legal e ilegalmente; más gente, información y cosas se trasladan internamente en las ciudades, entre ciudades y de los campos a las urbes. Esto es lo que Naím llama la Revolución de la Movilidad, y en ella se clasificarían los papeles de Panamá, los papeles de Odebrecht, las revelaciones de Wikileaks, las de Snowden y Manning, «la cosa rusa» que planea sobre Trump, el rastro digital que dejamos diariamente y los múltiples escándalos que cada día conmocionan los poderes establecidos.
El tercer catalizador, la Revolución de la Mentalidad, incluye los muchos y complejos cambios que han moldeado nuestros puntos de vista en los últimos años. La mayor y creciente tolerancia a la diversidad convive con la radicalización de la intolerancia a la diversidad, la fragmentación de la diversidad, los puntos grises y los blanco-oscuros de cualquier situación, la complejidades de las identidades, de las relaciones y las crecientes y cambiantes expectativas de las personas, los cambios en la concepción de la familia y más.
Es evidente que muchos de los fenómenos sociales citados encajan en más de una de las tres revoluciones y que las fronteras entre ellas son porosas. También es evidente que por cada tesis del autor, podríamos citar decenas de ejemplos contrarios, pero, Naím habla de tendencias globales y no de excepciones, y las demuestra con ejemplos sobrados.
La cantidad de ejemplos que incluye para demostrar lo que postula me hizo sentir el libro reiterativo, Mientras lo leía, más de una vez me asaltó la idea de que el escritor podía plantear en 100 páginas lo que plantea en 400, pero, al terminar la lectura, le concedí que la abundancia de ejemplos es una manera de demostrar, de forma convincente, que algunas creencias ampliamente difundidas están sobreestimadas o son simplemente mitos de este tiempo.
A los medios digitales y las redes sociales les reconoce el poder que han puesto en mano de la gente, para convocar y azuzar a sus pares, para empoderar al consumidor y al ciudadano, pero no más. No pierde de vista que los resortes que impulsan los cambios vienen del mundo físico: la desigualdad, la baja calidad de la democracia o la ausencia total de democracia, la insatisfacción de la gente, la falta de confianza en los líderes y en las élites. No por ello ignora Naím que los poderosos siguen siendo muy poderosos, pero lo pone claro: no tan poderosos como antes.
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