¿Cómo evolucionará ese colectivo amorfo, espontáneo, abierto, diverso, ubicuo y sin liderazgo visible? ¿Se convertirá Marcha Verde en un partido político? ¿Se diluirá en el camino? ¿Se atomizará? ¿Se reinventará para prolongar su vigencia hasta lograr su objetivo, total o parcialmente?
Marcha Verde, como otras primaveras, como otros indignados, es un despertar ciudadano que ha sido detonado por el escándalo Odebrecht, pero responde al hartazgo social acumulado durante años y provocado por el comportamiento de la clase política dominicana.
Por su propia naturaleza, es un camino en construcción, que se define a medida que avanza, y cualquier pronóstico sobre su futuro no es más que una especulación. Puedo, sin embargo, hacer una especulación fundamentada, observando cómo evolucionaron los movimientos sociales que surgieron a principios de esta década, entre 2010 y 2011, en Medio Oriente, Europa y América.
Micropolítica y escenificación. En el corto plazo, es predecible que asistamos a una serie de activaciones menores para mantener vivo al movimiento, sin necesidad de embarcarse en lo inmediato en movilizaciones gigantescas como la del domingo 16 de julio.
La primera de estas escenificaciones ya ha sido puesta en marcha, con los encuentros cara a cara en los barrios. Una próxima ya ha sido anunciada: una visita colectiva a las instalaciones en construcción de Punta Catalina, señalada por los activistas como «cuerpo del delito».
Podemos también esperar, aunque no se hayan decidido aun, acampadas y vigilias en plazas públicas o frente a edificios simbólicos, peticiones masivas a través de plataformas digitales como Change.org y recogidas de firmas.
Estas y otras iniciativas serían deliberadamente programadas, pero cuando se irrumpe en el escenario político las actuaciones dependen en gran medida de los acontecimientos, de lo que hagan los terceros, sean estos adversarios o aliados naturales. Si el gobierno comete la torpeza, por ejemplo, de reprimir por la fuerza las acciones de Marcha Verde, azuzará el movimiento y le echará combustible al fuego.
Marcha Verde necesita el debate para mantenerse en la palestra, y si el gobierno no se lo da, como no se lo ha dado, nuevos frentes aparecerán o habrá que buscarlos entre las élites gobernantes, porque, como se dice en el teatro, son los accidentes dramáticos los que impulsan las historias.
Uno de esos «accidentes» fue provocado recientemente por un representante del empresariado, cuando afirmó que esa élite le había retirado el apoyo al movimiento porque este se había desvirtuado.
Riesgos a la vista. Hasta ahora, Marcha Verde tiene un mensaje troncal único, directo e inequívoco: cero impunidad frente la corrupción en la vida pública, pero ha patinado con la emisión de mensajes coyunturales o el endoso de demandas circunstanciales de improbable ejecución, que podrían dar excusas más o menos razonables, para justificar su argumento, a quienes le acusan de haberse desvirtuado.
La demanda de que los tres últimos presidentes de la República, incluyendo el actual, sean objeto de procesos judiciales, junto con los actuales y pasados presidentes de las cámaras legislativas, es de realización tan improbable que, a mediano plazo, podría engrosar el pesimismo y el escepticismo de nuestro pueblo.
Por igual, la renuncia del presidente solicitada por algunas figuras ligadas al movimiento -no el movimiento- es una petición que luce, cuando menos, rocambolesca.
El movimiento puede satisfacer la necesidad de generar titulares reenmarcando el mensaje que ya pregona, situándolo en un marco más amplio y filosófico o endosando causas puntuales que son afines a su razón de existencia.
Se inscriben en estas opciones la demanda de calidad de la democracia, transparencia y rendición de cuentas, incentivar la participación democrática, estimular la aparición de nuevos actores y relevos en la vida política, apoyar la modernización de los partidos políticos a través de la ley de reforma de esas organizaciones y otros temas afines.
En España, la vigencia del 15-M llevó a los activistas a a parir colectivos temáticos, como la Marea Azul (por el agua), la Marea Blanca (por la salud), etc., que es otra ruta posible para mantener viva la marcha en el mediano plazo.
La opción electoral. La diversidad fomenta la creatividad, y en Marcha Verde hay diversidad demás, lo que quiere decir que sus posibilidades creativas son infinitas.
Cuando artistas, periodistas, activistas sociales y organizadores comunitarios comparten un mismo espacio afloran muchas contradicciones, pero también es un terreno fértil para la creatividad, para los manifiestos ingeniosos, para las demostraciones artísticas y de otro tipo que ayuden a construir nuevas mayorías.
Marcha Verde siempre tendrá la opción electoral, colocando sus figuras más mercadeables en las boletas de partidos emergentes o constituyéndose el movimiento mismo en un partido político. Esta última posibilidad es muy de mi gusto, porque, como ciudadano, no quisiera asistir a las próximas votaciones nacionales a elegir entre las mismas alternativas que se presentan desde hace 20 años.
No creo que este gusto mío vaya a ser complacido, por el momento, porque predomina entre los dirigentes de Marcha Verde una prudencia entendible frente a esta posibilidad. La premisa que los guía es que muchos ciudadanos entenderían que si el movimiento se transforma en partido, sería más de lo mismo.
Es probable que esos ciudadanos tengan razón, que con el tiempo ocurra así, como nos ha demostrado la experiencia internacional, pero entonces llegará el momento de reinventar la política nuevamente.
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