22/11/2024
Opinión

El arte de preguntar después de unas copas de vino

Cata de vino en Bilbao, 2014, con mis amigos trotamundos Oscar Santamaría y Luis Arroyo. Como ellos son españoles, cultos y sibaritas, tomadores frecuente de vino, yo les murmullaba preguntas que creía “básicas” y me daba vergüenza airear entre ese público altamente educado en el tema vitivinícola, pensaba yo (había participantes de otros países de Europa).

El caso es que ni Luis ni Oscar, para mi sorpresa, sabían las respuestas, pero me daban codazos para que yo preguntara en voz alta al facilitador. Es decir, para que yo hiciera el ridículo mientras ellos aprendían. Yo me resistía, pero no tardé mucho en levantar la mano y hacer la primera pregunta. El público estalló en risa, pero era evidente que tampoco sabía la respuesta ni se atrevía a preguntar.

Vino más vino, blanco, tinto, rosado, pro seco, de distintas regiones, etc, y yo “cataba”. Pocos minutos después, estaba achispadísimo, super happy, haciendo preguntas “tontas” con desparpajo.

Cada vez que levantaba la mano, empezaba el público a reírse, y el facilitador se refería a mí como “República” (de RD): “Vamos a ver qué dice República”. Y “República” arrancaba. Así aprendí un montón sobre el arte de preguntar, cómo romper el hielo desde la audiencia, a dar por un hecho que “nadie sabe nada” y qué mucho miedo le tiene la gente a mostrar que no sabe lo que se supone que debía saber.

Quien por miedo al ridículo no pregunta, se queda sin saber. Quien vence ese miedo, abre las compuertas para que otros pregunten y también aprendan.

Artículo escrito por Melvin Peña

Melvin Peña es un consultor de negocios en temas de comunicación, marketing e innovación. Ha trabajado para 25 de las empresas más admiradas de República Dominicana en 15 sectores diferentes. También tiene una amplia experiencia como consultor en el sector público, organismos internacionales y empresas multinacionales. Es presidente de la firma Comunicaciones Integradas.

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