Tras cometer un delito y agotado el tiempo de la pena, sobreviene el regreso del individuo, como persona libre, al seno de la sociedad que le castigo por haberle faltado.
De primera intención, la familia habrá de ser quien le recibe, la esposa(o) e hijos, los padres y hermanos, en el caso de aquellos que no han formado la propia.
Agotado el tiempo de recibimiento en la familia, corresponde el saludo a la comunidad, donde encontrara aprobaciones y rechazos, algunos les estrecharán en un caluroso abrazo, otros voltearán la cara en señal de desaprobación.
Llega el momento en que hay que reintegrarse a la labor productiva, documentos a entregar: currículum, fotos, referencias personales y papel de buena conducta. El primero, segundo y tercer requerimiento son alcanzables, el cuarto no lo es. Este último actúa como una prolongación del presidio.
No hay trabajo para personas con antecedentes penales o fichados. Aflora de inmediato la primera tentación al delito; “Truquear un documento oficial”.
Es la realidad acarreada por jóvenes de ambos sexos, que delinquen por primera vez y que al ser fichados (negativamente), ven cerradas las puertas de la inserción económica y social.
Las puertas de la sociedad y del buen vivir están cerradas. ¿Qué pasará con esas personas, al salir de las cárceles?, ¿Cómo se alimentaran?, ¿Qué vestirán? ¿Cómo se transportarán de un lugar a otro? ¿Cómo alimentarán a sus esposas e hijos, si la conservaron, tras el cautiverio? ¿Realmente creemos que estas personas esperarán, en vida contemplativa a que le llegue el fin?
No, el ser humano no reacciona así, buscará una forma de sobrevivencia y está preparado, para hacerlo. En este caso utilizando toda la violencia con que antes vivió y que incremento en la cárcel.
Al etiquetarles, les hacemos vulnerables ante las posibilidades de reincidencias.
Nosotros como sociedad estamos obligados a ser generadores de oportunidades, de desarrollo personal, que les permitan, al que ha cumplido condena, reinsertarse y vivir dejando atrás, ese tortuoso pasado.
Para que sea así debemos estar atentos a los procesos de reeducación y/o castigos utilizados en las cárceles dominicanas.
Todo esto, sin perder de vista el trabajo sociológico, que es necesario realizar, en el espacio donde el individuo será colocado, una vez cumpla su condena.
De nada vale que hagamos esfuerzos, para eliminar una conducta negativa y luego recoloquemos a ese individuo, en el mismo ambiente hostil, que le produjo el fracaso.
De nuevo hemos de recurrir a la familia, que es el espacio fundamental donde aspiramos vuelva una persona luego de cumplir condena.
La reclusión de uno de sus miembros es una experiencia traumática, para cualquier familia. Independientemente del caso de que se trate, se verá afectada desde el punto de vista psicológico, económico y social
Siendo así, esta debe recibir atención especializada, para tratar cada uno de los aspectos, antes señalados.
Especial atención debe recibir, el aspecto psicológico del entorno familiar del individuo encarcelado; de tal manera, que se genere un equilibrio en que no se verifique un rechazo del individuo, si no de la conducta que le llevo al presidio.
Al final, lo que importa es que el individuo permanezca en la estructura familiar.
Esto asegura que la libertad, el cambio, tenga sentido y fortalece la visión de un futuro amparado en un nuevo marco de relaciones con la sociedad.
Otro aspecto importante en el proceso de cumplimiento de pena y que genera compromiso, es como percibe el individuo en reclusión, el interés de la sociedad de que se rehabilite y reinserte a ella.
Ese cambio mental se asegura, si el encarcelado se siente asistido por su municipio. Para esto el municipio debe saber dónde están sus hijos, cumpliendo condena y asegurar, que el proceso legal relacionado con su caso se cumpla debidamente.
El empresariado nacional constituye el sector más afectado, desde el punto de vista económico, por la intranquilidad e inseguridad producida por la delincuencia y la violencia; razón por la cual no puede mantenerse apático al proceso seguido a uno de los miembros de su comunidad.
Además de la acogida, en el seno familiar, hay que procurar una ocupación laboral y/o un espacio de estudio, para esa persona.
De no ser así, los estaríamos arrojando a los brazos de sus antiguos compañeros de andanzas.
El acondicionamiento del espacio de reinserción, lo deben manejar, a iniciativa de las familias; las juntas de vecinos, las escuelas y/o centros de capacitación, el gobierno municipal y el empresariado local.
Todos, desde el principio, asistidos por un equipo de trabajadores sociales, involucrados en cada caso.
De no ser así, estaríamos alimentando las posibilidades de desarrollo de un círculo vicioso de la delincuencia y la violencia en la República Dominicana.
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