Pocos medios son tan críticos como el cine cuando se trata de poner el punto sobre la i de lo que es y debe ser el periodismo. En estos tiempos apocalípticos, de teorías tremendistas, cierres de periódicos y redacciones a escala mundial, resulta gratificante revisar algunas referencias cinematográficas que enaltecen el oficio.
Y no vamos a enredarnos en el mundo fantástico y sobrenatural de la divertida redacción de J. Jonah Jameson en El hombre araña o de la intrépida reportera Lois Lane del Daily Planet de Súper Man. Los súper héroes también sienten una extraña debilidad por el periodismo, aunque su tratamiento siempre va a estar vinculado a una idea un poco más sensacionalista, dada la naturaleza del género fantástico.
Hay otro cine, otras películas que inmortalizan el mejor periodismo, que sirven de aliento en estos tiempos que desafían el ingenio de aquellos que buscan la verdad desde cualquier tribuna fuera de los medios convencionales.
El clásico de siempre es Todos los hombres del Presidente (All the President’s Men, 1976), la gran película de Alan J. Pakula que recrea el famoso caso Watergate que concluyó con la dimisión del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, ocurrida el 9 de agosto de 1974. Una mirada incisiva, profunda, arriesgada y –sobre todo– un periódico como el Washington Post dispuesto a servir a los intereses del país, en el que dos jóvenes periodistas, Carl Bernstein y Bob Woodward se embarcan en este embrollo político que partió desde la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata de Estados Unidos.
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Todos los hombres del Presidente, ganadora del Oscar como Mejor actor secundario, por el trabajo de Jason Robards; Mejor guión adaptado, William Goldman; Mejor dirección de arte y Mejor sonido, «ocupa un lugar entre los thrillers más apasionantes, ágiles y convincentes, y esto a pesar de basarse en hechos muy conocidos de cuya conclusión no hay duda en ningún momento», según reseñó Angela Errigo en 1001 Películas que hay que ver antes de morir (2014).
Aún cuando tiene de frente el poder que representa la presidencia en los Estados Unidos, la figura «imbatible», el papel que Pakula reserva a los roles de estos dos aguerridos periodistas sobresale en esta trama predecible, que sintetiza la esencia de los fundamentos recogidos en cualquier decálogo de la profesión. Dustin Hoffman y Robert Redford ofrecen un trabajo admirable en sus roles periodísticos.
Parecía casi imposible alcanzar el nivel de credibilidad, convencimiento y compromiso social que pudo conseguir Alan J. Pakula en el 1976, pero teniendo en las manos un tema igualmente escabroso, polémico y que involucraba el poder de la arquidiócesis católica de Boston (Massachussetts) era materia prima incendiaria para que Tom McCarthy sacudiera los cimientos de la Iglesia en el 2015 con el drama verídico Spotlight.
El guión de Josh Singer y el propio McCarthy se basa en el hecho real destapado por el periódico Boston Globe, un escándalo que involucraba la más alta jerarquía de la arquidiócesis de esa ciudad, encontrada culpable de abuso infantil contra muchísimos niños. Roles estelares a cargo de Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery y Stanley Tucci.
Spotlight toma su título del nombre del departamento de investigación del periódico Boston Globe, con su redacción sumergida en un sótano en sus instalaciones, donde se toman hasta un año para publicar una historia en curso de elaboración y pocos –casi nadie– en el cuadro de la jefatura editorial tiene derecho a saber en qué trabaja el equipo. Todo un lujo, impensable en estos tiempos de recortes y crisis económica que ha ahogado el sector de la comunicación.
Con sus desigualdades temáticas, temporalidad, estilos y personal, resulta muy difícil poder decidirse entre Todos los hombres del Presidente y Spotlight, como mejor película en honor al periodismo. La segunda, con sus seis postulaciones al Oscar, se llevó en el 2016 el máximo galardón, Mejor película y Mejor guión original, dos pesos pesados entre todas las categorías. Definitivamente, una mirada inquietante y alentadora, un buen consuelo para ponerle alma al oficio.
De estos últimos años y venida al aire en estos años dorados de las series de televisión, no podía ser de otro que no fuera Aaron Sorkin, también creador de The West Wing («El Ala Oeste», 1999-2006), guionista ganador del Oscar, que en el 2012 apelara al convulso pálpito de la profesión y concebió un drama trepidante que despachó en tres temporadas: The Newsroom.
Sorkin se empapa del ritmo brutal que predomina hoy día en las redacciones 2.0, con YouTube, Twitter, Facebook o Instagram como fuentes primordiales para poner en marcha la cobertura de «aquello que suena en las calles», con Jeff Daniels en el rol de Will McAvoy, el presentador del noticierio que sufre los embates legales por los deslices de sus reporteros, el recorte del personal por razones ya citadas, el cambio de mando por la venta de la empresa y el melodrama particular que involucra a las parejas furtivas acopladas en el plano laboral.
Y uno de los aspectos a resaltar en The Newsroom (La redacción), es precisamente ese cambio –la evolución– que produjo la irrupción de las redes sociales, el internet: el multimedia es una realidad, el periodista que debe manejar estos recursos sin olvidar los fundamentos de la profesión. Entre el 2012-2014, esta serie de 25 episodios (esperábamos muchos más) nos obliga a preguntarnos hacia dónde nos llevarán esas historias apasionantes que solo son posibles cuando desnudamos el alma y valoramos lo que podemos lograr a través del (mejor) periodismo.
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