Parte del atraso político-institucional del país es justamente la etiqueta o el hashtag –para hablar en el lenguaje de los nuevos medios– que lleva esta columna como título. El uso de la expresión es transhistórico y en cualquier época del devenir dominicano ha sido herramienta para chantajear, meter miedo, arrodillar, someter, desterrar y hasta matar.
En dictadura y en democracia su vigencia no declina, ya sea para cercenar cabezas (dependiendo de la vocación sanguinaria del poder), hundir económica, moral y políticamente a quienes se consideran adversarios o, sencillamente, hasta para generar exclusiones en la distribución de riquezas y en la participación del patrimonio público.
Aunque lo he escuchado hasta el agotamiento, el término concitó mi reflexión cuando hace poco tiempo bailoteó en los labios lisonjeros y en la lengua de aspid de una estructura apandillada del segmento opinativo que, lamentablemente, forma parte de nuestra democracia y del constitucionalizado sistema de libertad de expresión.
¿Qué es un enemigo del Gobierno? Las definiciones pueden ser tan variopintas como subjetivas y llevar, probablemente a la elaboración de toda una teoría, que no es el objeto en estos momentos. No es enemigo del Gobierno quien maneja fondos públicos con pulcritud y austeridad, no cobra peaje, no trafica influencias, paga sus impuestos, respeta las leyes y cuida los activos públicos a su cargo como si fuesen propios.
No es enemigo del Gobierno quien se expresa con criticidad, equilibrio y responsabilidad para que la gestión pública sea mejor. Tampoco lo es quien evita la adulación, el tumbapolvismo vulgar, la búsqueda de canonjías y pitanzas como compensación a una supuesta lealtad política usada como salto con garrocha para lucrarse.
No encaja como enemigo del Gobierno quien rehusa asaltar la caja de las instituciones en las que presta servicios para –con lógica de piñata – desarrollar aspiraciones políticas, comprar escaños, distribuir favores, alquilar gente para su causa. ¿Puede ser enemigo del Gobierno quien evita usar el poder de la opinión como un ariete para infundir temor en los funcionarios antiéticos o obligarlos a pagar cuotas fijas?
Establecido, pues, quienes no son enemigos del Gobierno, los enemigos –que suelen estar en su propio ámbito- salen a flote con ritmo excremental.
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