Antes de las redes de Internet era la TV. Y frente a ella la gente protestaba, sola, en su casa, y podría ser que la mayoría, individualmente, estuviera protestando por lo mismo, pero nadie lo escuchaba. Ni se escuchaban entre ellos ni los escuchaba el poder.
Las redes sociales han cambiado la protesta en solitario y sin confrontación de la autoridad por un eco inmenso entre los manifestantes, quienes desde su móvil, sin peligro, son capaces de producir tan enorme ruido que no pueden ser ignorados por las autoridades, incluso cuando los medios convencionales pretendan hacerlo.
No es que la redes sociales hayan logrado que la comunicación sea horizontal. No. No es que hayan logrado que cualquiera pueda decir su opinión y ser escuchado o constituirse por sí solo en un medio de comunicación. Hay más mito que realidad en esa apreciación de las redes de Internet.
Lo que las redes sociales han logrado es una caja de resonancia, un engagement que profundiza y amplifica la protesta, catalizando “las primaveras”, aunque luego se evaporen allí donde solo manda la espontaneidad. En las redes se da otra forma de cacerolazo, pero cibernético
(Las viñetas inspiradoras las encontré en Economix, una novela gráfica de economía para dummies escrita por Michael Goodwin e ilustrada por Dan E. Burr).
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