Todo el mundo sabe, dado que es la montaña más alta del planeta Tierra, que escalar el Everest es en extremo difícil.
¿Pero cuál es el costo real, humano y psicológico, por escalar el Everest? O en caso contrario, ¿qué tan grande y significativo es el júbilo o la satisfacción cuando se alcanza tan extraordinaria hazaña?
La película ‘Everest’, aunque interesante en el aspecto técnico, falla lastimosamente en poner en perspectiva con la profundidad y fuerza requerida ambos extremos de la ecuación. Por tal motivo, la narrativa del film va de un lado a otro, y de un personaje al siguiente, pero no consigue plasmar en imágenes una historia que impacte e interese a la gente.
No digo que la película sea un fracaso absoluto, no. ‘Everest’ tiene sus aspectos positivos, a destacar la ambientación y los efectos visuales, los cuales impresionan de tal modo que crean un innegable nivel de autenticidad.
La actuación de Jason Clarke, que tiene a su cargo el personaje central, Rob Hall, es sólida y convincente, mientras que el resto del súper poblado elenco hace lo que puede con sus caracteres: algunos están correctos y otros francamente desperdiciados, en particular las tres reconocidas actrices, Emily Watson, Robin Wright y Keira Knightley
Y aunque hay un apreciable nivel de suspenso, sobre todo en el último tramo del film, donde la película dirigida por el islandés Baltasar Kormákur se queda corta es en crear una conexión emocional entre el espectador y la riesgosa aventura que acometen estos personajes, así como con el drama familiar que dejaron atrás algunos de ellos.
Por ello, un film cuya historia está inspirada en hechos reales, se torna tan impersonal y plano. El relato carente del dramatismo e intensidad que le son propias a las estresantes y decisivas situaciones que la película es incapaz de desarrollar.
Lo que prevalece en ‘Everest’ es un caótico recuento de unos hechos trágicos, y por demás tristes –no hay una clara y definida línea narrativa– y además, un halo de muerte anunciada que desvía y precipita la atención del espectador.
Esta es la versión cinematográfica del famoso intento de 1996 de un grupo de alpinistas, liderados unos por el metódico y juicioso Neozelandés Rob Hall (Jason Clarke), y otros por el confiado y un tanto hippie Americano Scott Fischer (Jake Gyllenhaal), por escalar los más de 29 mil pies de altura del monte Everest.
Aquella expedición que terminó en tragedia, fue recogida en el bestseller de 1997 “Into Thin Air”, escrito por Jon Krakauer, uno de los sobrevivientes.
Sin embargo, la película es tan insatisfactoria y vaga como lo son la mayoría de las respuestas que ofrecen algunos de los personajes, cuando se les cuestiona sobre el motivo o razón por la cual escalar el Everest.
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