La polémica y las apreciaciones sobre el discurso presidencial del miércoles se han centrado en un contexto y en un marco que –desde mi óptica- no formaron parte del propósito de la pieza oratoria, que podrá despertar críticas academicistas, técnicas, estéticas, pero halló su diana y la tocó en el centro.
Es entendible que expresen decepción quienes esperaban una rendición de cuentas, explicaciones de coyunturas como el plan de regularización, las alianzas partidarias o las interioridades de un PLD zarandeado por el antagonismo y los arreglos repentistas.
El discurso del presidente Danilo Medina no se adentró en esos entresijos so pena de caer en un laberinto insondable que le hiciera perder el impacto esperado en su público objetivo.
El gobernante no realizó una intervención conceptuosa, helénica ni preciosista para ganar puntos en la opinión pública especializada, en los analistas políticos o en los cientistas sociales. Su foco era otro: Una masa que no se convence con la razón, sino con la emoción.
De ahí es que Medina se proyectara destinista, colocando su futuro político inmediato en las manos de un público amplio que desde antes bendijo su reelección y que no se detendrá a reflexionar si el mandatario ha sido o no camaleónico y contradictorio.
Se vendió como una mercancía política movida por el poder popular y en ese contexto la médula de su exposición –que no constituyó un discurso a la nación- fue explicar por qué cuatro años más para un gobierno dueño de una popularidad sin precedente. Ese “por qué” ha sido sembrado como semilla y definirá las grandes líneas comunicacionales de su campaña ya abierta desde el miércoles.
En la explicación presidencial –hecha con linealidad y sin el más mínimo desvío- no podían tener lugar proclamas apocalípticas, incertidumbres ni apuestas que causaran preocupaciones. Medina ofertó su paraíso como justificación para continuar manejando las riendas del Estado.
Visto de esa manera –y partiendo de sus intereses- el presidente fue políticamente asertivo. Lo demás son puras morfologías que prodigan críticas fascinantes para clases de comunicación, pero que no restan valor político a su propósito: dar el sí a quienes pidieron a gritos cuatro años más. Así de simple.
Comentarios