Un taller sobre noticia televisiva que ofrecí durante el fin de semana al personal del canal Ola TV en Sosúa, Puerto Plata, reactivó mi reflexión sobre la nueva esencia competitiva de los medios de comunicación en su afán por mantener enterada a la audiencia sobre la actualidad.
Noticias hay a granel en todas partes y después de la irrupción de las redes sociales, esta mercancía abunda tanto que se torna barata, fácil, deflactada y –a veces- hasta relajada, irrespetada y confusa.
La diferencia será marcada no por quienes tengan la capacidad de entregar una mayor cantidad de contenidos noticiosos, sino por aquellos que se centren en ofertar calidad, contribuir con la interpretación de los hechos y propiciar visiones dinámicas sobre los fenómenos sociales.
Creo que, ahora más que nunca, se producirá un retorno al pensamiento clásico que en las escuelas de comunicación nos hablaba de la confirmación, el contraste, la multiplicidad de fuente y la duda a la hora de levantar la noticia.
En el proceso, preveo un rescate de la credibilidad como elemento fundamental para poder distinguir la noticia competitiva de los basurales y los promontorios excrementales que pueblan las redes sociales y algunos medios ordinarios.
El desafío de los medios que deseen respeto social, prominencia e influencia genuina es, pues, ayudar a conectar puntos a través de la participación democrática de las distintas visiones sobre los fenómenos sociales, políticos, económicos, religiosos.
El periodismo de la diatriba, del espectáculo y la payasada –que es por demás simplón y vacuo- podría capturar por un tiempo a una fanaticada irreflexiva, instintiva y ávida de circo, pero no es el camino para influir en la generación de cambios, desarrollo y de una nueva conciencia cívica que contribuya con la transformación del país.
Ese es, el periodismo transformador, en el que creo. El otro es ruido, repentismo, chantaje y vileza.
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