Tienen la mirada caída, con sus ojos pequeñitos que derriten el corazón de cualquiera. Hay que verlos juntos al despertar temprano en la mañana, cuando sale el sol, radiante, como si brillara solo para ellos dos. Él despierta con Drako en sus brazos, y Drako se rinde a sus pies, y siente el calor canino como si fuera necesario cargar de su energía animal.
Y es que el reconocido diseñador dominicano Jorge Diep no se sonroja para gritarle al mundo que esa «cocha pechocha» es su derriengue. «Lo que yo más quiero, mi niño Drako». Si el mensaje no viniera acompañado de una foto full color y cinemascope, pudiéramos pensar cualquier cosa cosa.
El perro no es solo el mejor amigo del hombre, venga, que ya eso está científicamente demostrado. También es una compañía necesaria para esos espíritus aventureros que madrugan, beben y comen a su antojo, salen a la calle sin rumbo fijo y cuando las madrugadas sobrecogen a la soledad de la luna, pues Drako sabe hacer lo suyo.
Es un amor platónico (podría ser también canónico o más bien canínico) que sabe corresponderse y saciarse mutuamente. Como las mejores relaciones súper humanas. «Gracias Dios por este regalo tan bello que me diste», no sabemos cuál de los dos lo dice, pero a buen entendedor, sabemos que Jorge Diep sabe que en Drako tiene a un incondicional.
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