A las 10:35 de la noche las luces dejaron el escenario en negro y de inmediato se escuchó la orquesta con un intro vibrante de «El cantante» que nos dejó con las ganas de disfrutarla en su versión original. De inmediato, Marc Anthony salió al escenario y con «Valió la pena» –canción inamovible de apertura de sus conciertos– sembró en el público el sentimiento que eriza la piel y motiva esa ovación a la que todo artista aspira desde un principio.
Hasta ahí, escuchamos, vimos y sentimos al Marc Anthony de siempre. Una noche de Verano Presidente, en el Estadio Quisqueya, con un público hambriento de disfrutar de su envidiable cancionero. «Valió la pena» seguirá siendo el hit emblemático para abrir, y lo que viene después será un desafío para el artista arrancar esos aplausos y esa algarabía a lo largo de una hora y media de actuación.
La intensidad disminuyó con canciones de Contra la corriente (1997), uno sus álbumes más exitosos. La selección incluyó «Y hubo alguien» y «Hasta ayer», el hit que le dio reconocimiento internacional al compositor dominicano Fernando Arias. «Flor pálida», de sus temas más recientes, no fue suficiente para alcanzar el clímax de la apertura, pero sí oportuna para mantener a la audiencia de pie.
Con una inusual pausa entre canciones, el escenario totalmente a oscuras, el ritmo trepidante y álgido que han caracterizado los shows en directo del artista, a Marc Anthony se le hacía difícil ganarse a ese público que ha tenido la oportunidad de verlo en otras ocasiones.
«Contra la corriente» cerró la primera parte de su show, para dar paso al recurso de doble filo como lo es el medley, que para mal de males incluyó dos: uno de baladas (que no es lo suyo en aforos multitudinarios) y otro de éxitos de siempre que, como casi siempre, dejan al público con deseo de escuchar ese tema tan bueno en su versión original.
Entre los medleys interpretó «Vivir lo nuestro», el dúo con La India que cambió la carrera del artista. Mar Anthony, que dio muestras de cansancio, intentó de animar el público, interactuando como pocas veces suele hacerlo. «¿Quieren salsa?» preguntó una y otra vez. Volvía a retomar lo suyo, cuando tocaba turno a «Qué precio tiene el cielo», antesala de «Te conozco bien» y el preámbulo al cierre que fue «Mi gente».
Con «Mi gente» amagó con una despedida falsa y regresó arropado por el ruido del público y entonces cantó «Tu amor me hace bien» y «Vivir mi vida». No importa cuántas canciones interpretara ni cuáles, antes sus conciertos parecían breves y vibrantes.
No fue el caso de anoche, lejos de ser el mejor de todos sus conciertos en República Dominicana, fue una cita para el olvido: para olvidarnos de su innecesario porte teatral, de su insistente cotorreo y su aniquilante dejadez de cantar –que es lo suyo– tendiéndole el micrófono al público que, naturalmente sabe de pe a pa sus canciones. De todas maneras, Marc Anthony sigue sabiendo que cuando sale a escena todavía le eriza la piel a sus fanáticos y, para él, ese es el precio que tiene el cielo.
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