El tema del narcotráfico está muy latente estos días en el imaginario del cine y la literatura. Netflix se metió de cabeza en la serie Narcos (2015), que en su comentada primera temporada recrea la aparición de su majestad Pablo Escobar Gaviria –el narcotraficante colombiano más criminal que haya surgido en América Latina en los 80 y 90–. Pero antes que Netflix, asistimos a la consagración de The Wire, la serie americana creada por David Simon que nos mantuvo en vilo durante cinco temporadas entre el 2002 y el 2008. En el 2011, Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), gana el Premio Alfaguara de Novela con El ruido de las cosas al caer, que cayó de lo lindo en el mundo literario latinoamericano.
La lista sobre las películas, las series de televisión y las novelas con olor a droga se extiende infinitamente. El morbo alimenta su concepción, en parte, pero también el éxito y la acogida que tiene en el público motiva la puesta en marcha de proyectos admirables y otros no tanto.
Oro y polvo, película dominicana dirigida por Félix Limardo con guión del periodista Huchi Lora y Jesse Wheeler, es la nueva producción que se sumerge en las inquietantes y peligrosas corrientes del narcotráfico. El título juega con el «polvo» como referencia a la cocaína y el «oro» que trae consigo su comercialización.
El argumento de la película tiene como premisa la típica historia del joven narcotraficante que está por debajo de los grandes capo, y ascienden desafiando los códigos de la mafia, ya sea asesinando al rey de turno, ya sea comercializando la coca a espaldas de los carteles que dominan el terreno en un periodo determinado.
Rafael Amaya (Daniel) –quien saltó a la fama coincidencialmente a la serie El señor de los cielos, historia de uno de los narcotraficantes más poderosos de América Latina– es el narco que se arriesga, junto a Octavio Pizano (Teo), y Carolina Guerra (Marisela) a enfrentar su jefe de turno, armar su propia banda y comercializar la droga desde República Dominicana como centro de operaciones. Marisela convence a Daniel para formar tienda aparte, y sacar de las calles dominicanas la droga que genera delincuencia y muerte de manera despiadada.
Con un elenco eminentemente extranjero –mexicanos y colombianos en roles estelares– Oro y polvo reúne al dúo de director y guionista que ya antes nos trajo en el 2013 El teniente Amado, un filme de corte histórico ambientado en los años finales de la dictadura de Trujillo entre 1959 y 1961. Es su segunda apuesta como equipo creativo, y van creando una filmografía que, sin duda, gana credibilidad, primero por sus temas y segundo, por su tratamiento.
La película tiene, precisamente, en su elenco, actuaciones muy bien sustentadas. El metraje y la experiencia de sus protagonistas en el cine internacional, se siente con un peso considerable en esta nueva producción dominicana. Entre Amaya y Guerra se reparten los dos roles más convincentes, escoltados por el trabajo del colombiano Eddie Martínez como la serpiente azteca.
La marca de su productor ejecutivo William Fay, con una experiencia ganada a pulso en Hollywood y entre cuyos trabajos se incluyen Independence Day (1996), 300 (2006) y The Hangover (2009), también se deja sentir con delicadeza en la realización dirigida por Limardo.
Pero Oro y polvo –como pasa con la mayoría de las películas o series latinas ambientadas en el tema del narcotráfico– es muy conservadora y refleja un ambiente dulcificado muy distante a la realidad que, por ejemplo, se puede palpar en The Wire, Gangster americano, para solo citar dos casos.
Resulta muy cuesta arriba creerse el modus operandi de la banda que surge del trío integrado por los tres protagonistas; los enfrentamientos entre bandas e incluso la llegada de uno de los grupos que ataca a la competencia cuando están descargando un cargamento en el mismísimo puerto comercial, a plena luz del día. Al final, pierde credibilidad la representación de estos narcotraficantes en la película.
El resultado final de un rodaje, la película, el film, la cinta o como se le llame –parafraseando a Guillermo Cabrera Infante– es un esfuerzo colectivo del fotógrafo primero que nadie, y este es un trabajo que también se destaca muy bien en Oro y polvo, que le pudo ayudar una duración por debajo de su metraje original.
Ante su primera colaboración juntos con El teniente Amado, en Oro y polvo se siente un paso de avance en el trabajo de Félix Limardo, y la película en sentido general significa una nueva victoria para su realizador y su guionista.
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