Mis mañanas han sido en las últimas semanas escenarios de espanto ante la comparsa que invoca sin sonrojo cercenar los fondos que los trabajadores y las empresas aportan para el retiro, bajo el alegato surrealista de una urgencia basada en la necesidad de “comer”, aunque aquí, que sepa yo, no existe una hambruna.
Desde hace 15 años elaboro –antes de despuntar el sol– un resumen de noticias económicas y financieras para uso privado; organizo informaciones y opiniones para calificarlas en la plataforma Financial Media Intelligence, con el propósito de medir los riesgos reputacionales de la industria financiera en los medios de comunicación.
Este ejercicio –que a veces me lleva a la infoxicación– es suficiente razón para sentirme atónito, aturdido, no tanto por el volumen de noticias y comentarios sobre el tema de las pensiones, sino por el clientelismo y el rentismo político de unos “superhéroes” aberrantes en un rescate inverosímil.
Movidos, al parecer, por los principios populacheros del atraso –“barriga jarta, corazón contento” y “fiesta y mañana gallos”– quieren llevar a los trabajadores a una vejez miserable, argumentando que –de todos modos– tendrán una pensión reducida, por lo que es mejor destruirla desde ahora, en un presente de contigencia.
No hay que ser muy inteligente para avizorar la ecuación denigrante que proponen: ser mucho más pobre y quedarse totalmente desprotegido cuando asome la vejez y las fuerzas se hayan perdido para levantar el sustento. Estos personajes pescan en el río revuelto de la ignorancia financiera de ellos mismos y de una amplia masa de gente marginada en términos de educación, aunque ostenten títulos académicos.
Si fuese legítimo su arrojo en supuesta defensa de los trabajadores, estarían militando por mejores salarios para aumentar el nivel de cotizaciones y asegurar pensiones más altas; reducir la informalidad en la economía para que más gente entre al Sistema de Seguridad Social y eliminar la elusión de los pagos a la Tesorería de la Seguridad Social (TSS) por parte de empresarios inescrupulosos.
Esa no es su agenda. No presentan ideas viables y lógicas para mejorar el sistema de pensiones. Ninguno predica la necesidad del ahorro como política de Estado para que la gente y el país aseguren su mañana. Su foco es el presente, porque es ahora cuando necesitan sacar capital político. Algunos de ellos tienen su futuro resuelto, dado que monetizaron hace tiempo el ejercicio político. Tienen su propio plan de retiro. ¿Qué carajo les importan los trabajadores que no sea para instrumentalizarlos?
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