Cuando Anthony Ríos es contratado por Johnny Ventura en el 1971, se forma junto a Luisito Martí la alineación más exitosa y emblemática de la orquesta. El Combo Show, con estos tres titanes de la música popular dominicana, consigue una dimensión apreciable. Es en este l.p., Ah! Yo no sé… no (Kubaney), que Anthony debuta como cantante, y lo hace como mejor podía hacerlo, con Para cuando regreses, un bolero autoría del talentoso compositor mexicano Armando Manzanero.
Es el único tema que interpreta Anthony en esta producción. Su vigoroso estreno en el Combo Show puede considerarse como un lujo para esta orquesta que sirvió de plataforma para otros intérpretes que, como Fausto Rey, brillaron con luz propia en el filmamento artístico, cuando decidieron independizarse profesionalmente.
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El Caballo se aferra a la misma fórmula, mezclando un cóctel rítmico que se introduce con el merengue, Ah! Yo no sé no… no, sin discusión el hit más convincente de este repertorio. Composición del prolífico y certero Mundito Espinal, uno de los autores que produjo un registro de bombazos musicales con el Combo Show. El sello patentizado por la orquesta sigue en estas lides con El mentiroso (autoría de Andrés Santana), interpretado por Luisito Martí y dos magulinas –uno de los estilos que menos había cultivado Johnny hasta este entonces–.
De Isidoro Flores es el primer momento al ras de la mangulina: Majando, y la otra es Los Yayales, canción del folklore dominicano, también interpretada por Johnny. Este l.p. tiene referencias puntuales de música colombiana. Una de ellas es La hamaca grande (composición de Adolfo Pacheco), una suerte de cumbia, con giros ligeros hacia la salsa y el Prudy Ferdinand dibujando con destreza el paisaje rítmico con la trompeta como pincel.
Johnny reinterpreta el clásico Todas las mañanas, canción del compositor español Cholo Baltasar (nacido como Jesús González López), una versión que hace justicia a otras dos grabadas por la española Morucha en 1970, y la que se conoció en voz de la cantante boricua Lucecita Benítez. Muy buena, hay que decir, la que logró Ventura, concebida como un torrente rítmico que resulta muy difícil de encasillar en un solo estilo.
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Una vez completa la cuota correspondiente al merengue, la mangulina, el bolero y la cumbia, solo resta el guaguancó que tantas referencias se aprecian en la discografía que corresponde a la primera década del artista. Mucho guaguancó, de Antor Daly; y la salsa La piragua, son dos canciones en las que Johnny vuelve a demostrar sus capacidades y, sobre todo, versatilidad interpretativa.
Seducido por todo aquello que musicalmente estaba en voga, Johnny Ventura armó esta producción que sirvió de pretexto para introducir a un desconocido y talentoso Anthony Ríos que dejará su propio legado no sólo como cantante y compositor, incursionaría en otros campos del arte que ni le fueron ajenos ni le fueron difíciles para demostrar su admirable potencial artístico. Esa es otra historia.
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