Desde que conocimos la noticia del cayuco (término con el que se conoce a las yolas en España), encontrado con osamentas a inicios de agosto en una de nuestras costas, imaginé que la barcaza zarpó con el objetivo de llegar a las islas Canarias en España, como tantos y tantos cayucos atiborrados de hombres, menores y mujeres desesperados que llegan casi diariamente a estas islas procedentes de países africanos en conflictos o guerras y otros tantos que no logran llegar, como éste que nos ha sorprendido dada la distancia y el tiempo transcurrido. Conforme pasaron los días nos enteramos de más detalles del cayuco y sus ocupantes.
Desde hace muchos años, en la prensa española es normal observar multitudes desembarcando de esos cayucos que son interceptados por las autoridades policiales y cuerpos de ayuda para recibir a estas personas hambrientas, quemadas por el inclemente sol o titiritando de frío. Desgastados físicamente de una tormentosa travesía marítima para ser abrigados con una gruesa manta, alimentados, examinados por médicos y llevados a algún centro de atención en Canarias. En la actualidad, las Islas Canarias no pueden recibir más llegadas de inmigrantes irregulares. No hay cabida. Los cayucos que llegan a estas islas suelen proceder de Mauritania, Gambia, Senegal.
Otros inmigrantes logran llegar por ejemplo a la ciudad de Ceuta (ciudad autónoma española en el norte de Marruecos), aquí llegan una media de 500 personas al día de países circundantes en el norte africano con la intención de llegar a Europa.
En ese sentido, el gobierno autónomo de Canarias comunicó hace unos días al gobierno central del Pedro Sánchez, que no dan abasto de tantas personas hacinadas en esos lugares de paso, y reclaman más ayuda del gobierno y ver de qué manera muchos inmigrantes pueden ser repartidos entre todas las comunidades autónomas de España. Algunos gobiernos de ciertas regiones se niegan a recibir más indocumentados de los que ya hay, y otros no saben qué hacer.
Mientras tanto el partido de gobierno como la oposición, el Partido Popular, no se ponen de acuerdo con este tema y una posible regularización migratoria de los que ya están en el país. Sí, España tiene gravísimos problemas con inmigrantes llegados bajo estas circunstancias y el poco o nulo control fronterizo de seres humanos que anhelan llegar a una Europa que se resiente en abrir aún más sus puertas. Saben que España por su ubicación y cierta condescendencia en leyes migratorias es la mejor puerta de entrada al «soñado» continente. Arriesgar la vida es lo de menos para ellos.
Precisamente bajo esa premisa, el presidente Pedro Sánchez realizó una gira por Mauritania, Senegal y Gambia para contener la inmigración en su origen dada la desbordante situación en Canarias. Allí en Mauritania estuvo en febrero pasado por el mismo tema. Un país gobernado por una dictadura islamista, pero «estable». Sánchez en su visita al presidente Mohamed Cheikh El Ghazouani, de Mauritania prometió la creación de 250 mil empleos allí en su país como una manera de frenar la inmigración irregular, a la vez de afirmar que la migración no es un problema sino una necesidad.
Para nadie es un secreto que España tiene serios problemas de migración irregular. De miles de menores que llegan a ver qué sucede con ellos en ese país, y la migración se ha convertido, nueva vez, en un tema prioritario y preocupante para la ciudadanía y arma arrojadiza política entre los distintos bandos políticos. Unos apuestan por regularización masiva, algo descomunal para muchos, y otros, los más comedidos, no están de acuerdo con ese plan. Así como España, están otros países en el que sus fronteras son negocio y mafia. Nada nuevo bajo el sol, pero cada vez más recurrente, por tantos que llegan solo a delinquir.
Mientras tanto, adultos y menores pierden su vida intentando llegar a otras costas de «esperanzas y sueños», envueltos en olas de mares bravíos con mucha posibilidad de que dichos cayucos o yolas se pierdan en la travesía inacabable de una «vida mejor». Esas osamentas que aparecieron en nuestras costas estaban cargadas de sueños y hambre por vivir.
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