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La continuación de la obra social –por la cual el presidente Danilo Medina desea que se le recuerde al terminar su gobierno- supondrá la consecución de recursos que, sin duda alguna, no podrán seguir emanando del crédito público so pena de conducirnos hacia una situación de insostenibilidad financiera y fiscal antes de que termine su segundo período gubernamental.
Sin necesidad de desarrollar ecuaciones ni proyecciones (los técnicos más informados saben a qué me refiero), es un axioma que con 14% de presión tributaria es absolutamente imposible conseguir este colofón apetecido por el mandatario en la boca de la gente: “Gracias, Danilo, por mejorar mi vida.”
Una crisis fiscal –que no es descartable dado el aplazamiento de una reforma tributaria bien concebida o lo que algunos llaman el pacto fiscal- sería suficiente para desencadenar situaciones indeseables en la economía que, cual río desbordado, terminaría arrasando cualquier recordación positiva de Medina.
La demora basada en que “todo anda bien” no es sólo una pérdida de tiempo lamentable, sino que hace que la necesidad del ajuste sea cada vez más grande. No dudo que Medina esté consciente de esta realidad. El problema estribará en cómo convencernos de que necesitamos revisar el sistema fiscal. En verdad lo requerimos y negarlo sería un autoengaño que implicará pagar un precio extremadamente alto.
Pero, más que el reto de persuadir, sumar fuerzas y estructurar un pacto fiscal aceptable, con sectores dispuestos a sacrificarse por el bien del país, el gran reto está en el diseño de la reforma y su administración para conseguir los frutos esperados. Otras veces ha pasado que la falta de voluntad política, la ausencia de pericia técnica en áreas de la administración pública han echado por las cañerías los resultados de los cambios en el aparato fiscal.
Para el próximo gobierno Danilo Medina necesitará un equipo económico respetable, coordinado, bien comunicado entre sus miembros, altamente capacitado, con una estrategia, asistido por el FMI y con un liderazgo garantista de las mejores prácticas en la gestión pública, especialmente en el área de las finanzas.
Esto será determinante para dejar estable la economía y saneadas las finanzas públicas con la deuda reducida, un sistema tributario eficiente y un gasto bajo control. Entonces todos diremos: “Gracias, Danilo, por mejorar mi vida.” Nunca olvidemos el gran valor de verdad de la famosa expresión de James Carville: «It’s the economy, stupid.»
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