Para cualquier escritor iberoamericano, más cuando su obra es poco o medianamente conocida en muchos mercados del continente, ganar el Premio Alfaguara de novela es sacarse el gran premio. El caso de José Ovejero no es la excepción, quien recibió el codiciado galardón en el 2013 con su novela La invención del amor, obra que ya antes en abril le había traído a República Dominicana en la pasada edición de la Feria Internacional del Libro.
Ovejero (Madrid, 1958), autor del poemario Biografía del explorador y su relato de viajes China para hipocondríacos, entre otras más, ha tenido la sensación de haber estado montado en una montaña rusa desde que ganó el referido premio, debido a la intensa gira promocional que este trae consigo: un periplo que inició en mayo pasado por 14 países en los que tiene que enfrentarse a una batería de periodistas de todo tipo.
Para el escritor español, desde entonces, todo ha sido una «experiencia muy extraña, estar en tantos países porque en el fondo estás y no estás. Llegas a un país, estás con decenas de periodistas para igual cantidad de entrevistas y luego te vas. Hay muy poco espacio para ver el país, la ciudad en la que estás. Tiene la ventaja que uno va por esos países, conoce gente, te enteras de los problemas de cada sitio, ahora en Santo Domingo me entero de todo este asunto de la sentencia del Tribunal Constitucional».
Pero más que a las entrevistas, Ovejero se siente menos a gusto con los fotógrafos, como reconoce en el post que dedicó a Santo Domingo en el blog que publica en El País: «Puede ser más aburrido o más interesante dependiendo del entrevistador y del propio ingenio. Lo que me resulta difícil es acostumbrarme a posar para las fotos. Me siento envarado, tenso. Mira hacia acá, ponte así, la barbilla más alta, apóyate ahí… Y por supuesto, ese breve diálogo que he repetido varias veces: “Sonríe un poquito” (o un alguito, o un chin). “Ya estoy sonriendo”».
El autor de la novela Las vidas ajenas, ganadora del Premio Primavera 2005, de entrada es una persona afable, que a primera impresión transmite confianza y familiaridad. Dice que empezó la escritura de su galardonada novela sin la clara intención de enviarla a concurso, pero que al terminarla vio la posibilidad de hacerlo debido a que tenía tiempo para ello, se decidió y el resto es historia.
La invención del amor se convirtió en la novela número 17 desde que en 1998 se creó el Premio de Novela Alfaguara, tomando en cuenta las dos obras que ganaron en la primera versión. Una historia entretenida, con rasgos de suspense cinematográfico, donde el autor se inventa algo más que el amor. «El tema, aunque la historia parezca centrarse en el amor, es algo más amplio. El ejercicio de la imaginación, aunque en el caso de Samuel le parece que esto es un absurdo, imaginar otra cosa posible es lo que te permite cambiar, ponerte en marcha. Si no eres capaz de imaginar no vas a ningún otro sitio», comenta el escritor con su voz casi inaudible.
Pero en sí, todo trata de la invención, en este relato muy bien llevado por el escritor, que se va desnudando –a los personajes, naturalmente– hasta que nos enfrentamos a un final en el que hay que «inventarse» conclusiones, a cuenta de las diferentes interpretaciones o ventanas que el autor deja abierta para provocar al tercero.
«No es que haya una puerta abierta a la irrealidad, sino a cómo cada uno de nosotros interpretamos los hechos. Al final, dejo esa puerta abierta, para decirle al lector: ahora, invéntate tú el amor», comenta.
José Ovejero marchó de República Dominicana rumbo a otro país de América Latina para seguir sus conversaciones (promocionales) de su novela La invención del amor. Partió con el deseo de que esta gira termine de una vez por todas, para volver a casa y enfrentarse a la hoja en blanco (ya sea en el ordenador o en papel) para dar rienda suelta a la imaginación y volver a inventar muchas otras cosas que podamos volver a leer ya sea en libro impreso o en versión e-book.
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