Aunque no puede negarse la naturaleza del film, sorprendentemente lo que hace realmente entretenida a Mission: Impossible –Rogue Nation no es la acción, que como ha de suponerse está presente aquí en abundancia, sino el efectivo y buen dosificado sentido del humor que se manifiesta constantemente durante el desarrollo de la película, en la forma de guiños y chanzas.
Ahora bien, si algo perjudica o hace la película menos gratificante es, por un lado, su acentuada e inocultable semejanza con James Bond –el film es en esencia un clásico agente 007, sin el nombre y la música que lo definen– y por otra parte, la ligeramente extensa duración de la producción.
Aun así, el director y guionista Christopher McQuarrie –quien escribiera el guion de la subestimada ‘Edge of Tomorrow’, también protagonizada por Tom Cruise– se las ingenia para impregnar dinamismo y fluidez a una película ya de por sí bastante ligera en su tono.
McQuarrie no se tomó nada de esto en serio o con demasiada rigidez (están presentes los infaltables clichés, las tramas artificiosas y las máscaras que a última hora pueden ser la solución perfecta de un acertijo), como tampoco lo hizo el elenco, dado el desenfado que exhiben, y por eso el director no lleva las cosas más allá de lo práctico y lo conveniente.
Queda claro que McQuarrie ha tomado prestado de un film y de otro, abundan las referencias a James Bond como ya hemos dicho, además de cierta similitud con ‘The Man How Knew Too Much’, entre otros. Pero al mismo tiempo, es evidente que la película y por extensión la franquicia en general, debe su existencia a la fuerza, determinación y carisma de Tom Cruise.
Hay una pieza de dialogo en el último tramo de la película que simboliza esta filosofía-creencia-modo operativo de Ethan Hunt/Tom Cruise a la perfección. Es en el aquel momento en que el primer ministro de Gran Bretaña es retenido casi en contra de su voluntad por el director de la CIA (Alec Baldwin), quien para convencerlo le espeta: “Señor, Hunt es la manifestación viva del destino, y él lo ha convertido a usted en su misión”.
De ese modo, nosotros también, en última instancias pasamos a ser ‘la misión de Cruise”, y no cabe duda de que ha salido airoso en el intento. Como es usual en este tipo de films, la historia carece de relevancia, aunque no por ello deja de tener cierto sentido de unidad y cohesión. Aquí lo que verdaderamente importa son los giros del guion, y la particular ‘personalidad’ que se confiere a cada personaje.
La trama en este caso gira en torno al Sindicato, una red secreta de espías, cuya existencia es desconocida por los organismos oficiales de inteligencia, a ambos lados del Atlántico, pero que tiene ramificaciones por todas partes.
Lo que motiva a esta siniestra organización o al cerebro que la dirige, Solomon Lane (Sean Harris), un ex agente que eligió el camino del mal, no tiene importancia. Lo que interesa y lo que vale es lo que aporta el nuevo personaje de Ilsa Faust (Rebecca Ferguson).
Ella, con su misteriosa y refrescante presencia no es lo que parece, pero sus actos dicen que ella es quien niega ser. En fin, ¿quién sabe? ¿Una infiltrada o una doble o triple agente?
Lo que cuenta es que Ilsa comanda y desata la mayor parte de la acción del film, para beneficio del propio Hunt/Cruise, y lo hace de forma efectiva e impresionante. En igual tesitura están planteados los personajes de Simon Pegg –a cargo del tono sarcástico y burlón del film; Jeremy Renner, con un poco más de rigor por su rol de líder del IMF (Impossible Mission Force), y el propio Baldwin.
‘Mission: Impossible–Rogue Nation’ no es superior ni más excitante que el anterior capítulo en la serie “Ghost Protocol”, pero es un sólido entretenimiento de verano con un guión que complace y sorprende a la audiencia. El film representa un triunfo indiscutible para Tom Cruise, y ahí está la secuencia inicial de alto riesgo para atestiguarlo. Además, de una cosa si pueden estar seguros: ninguno de los capítulos anteriores es más divertido que éste.
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