Los guionistas concuerdan en que toda buena historia debe tener varios puntos de inflexión. Turning points, les llaman ellos. Los puntos de giro son esos momentos en los que la película toma otro vuelo, otro relieve, esos accidentes dramáticos de tal impacto que les cambian la vida a los protagonistas. Los puntos de giro colocan a los personajes en encrucijadas tales que revelan la fuerza de su carácter, la esencia de su naturaleza.
En la política y en los negocios pasa lo mismo: frente a un dilema, frente a una crisis, las actuaciones de los dirigentes revelan de qué madera están hechos, la solidez de sus principios y la autenticidad de sus convicciones. En el cine, cuando los personajes tienen un comportamiento errático frente a estas situaciones se dice que carecen de profundidad y de consistencia.
La sentencia 163 del Tribunal Constitucional ha colocado al presidente Danilo Medina frente a un turning point. Siete meses han pasado ya en los cuales la opinión pública nacional e internacional ha estado pendiente de la decisión del mandatario dominicano sobre la forma de implementación de esta polémica sentencia.
La decisión es difícil y ya se sabe que no satisfará plenamente a todas las partes interesadas. Sin embargo, después del ciclo de consultas que hizo el presidente con los líderes políticos y religiosos del país, se generó la expectativa de que el planteamiento del Plan de Naturalización o Convalidación era inminente.
Por alguna razón desconocida se aplazó su anuncio, y esta nueva espera ha provocado que los hacedores de opinión pública y quienes seguimos el tema nos preguntemos, entre otras interrogantes, hasta qué punto el gobernante es un reo de los sectores y aliados más conservadores del país o de su propia alta tasa de aprobación.
Cualquier respuesta que se avance sobre estas y otras preguntas cae en el plano de la especulación. Ya se ha escrito y debatido mucho de la soledad que enfrentan los mandatarios cuando tienen que tomar grandes decisiones. Aunque estén rodeados de un excelente gabinete y extraordinarios asesores, los presidentes saben que sus decisiones en encrucijadas de granes implicaciones humanas desnudarán cuál es su ADN de estadista.
En este gobierno, ha habido algunos «momentos de definición del personaje», como la selección del gabinete, las protestas de diciembre 2012, la renegociación del contrato con la Barrick Gold y la decisión sobre la explotación minera Loma Miranda, pero ningún otro dilema ha revestido tanta significación para revelar la madera del presidente como esta del Tribunal Constitucional y el consecuente Plan de Naturalización que estamos a la espera de conocer.
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