Todos nos preguntábamos dónde estaba El Jeffrey. Su ausencia, su silencio (in)voluntario generó todo tipo de conjeturas y conclusiones, hasta que un día, en una de esas tarimas que monta el incansable y visionario empresario Luis Medrano, el intérprete de «Mi Quisqueya» apareció con estilo, como lo hace Aladino cuando frotan la lámpara.
Y tenía que ser Medrano quien frotara la lámpara, ese confortable refugio en el que se mantuvo durante un buen tiempo el enérgico merenguero. Desde un afrodisíaco balneario del sur, donde se levantó el escenario que acogió su vibrante participación en uno de los tantísimos shows organizados por su consorte Luis.
Venga, que El Jeffrey está muy lejos de la pegada que lo posicionó en el primerísimo primer lugar durante 2004 y 2005, pero el hombre sabe sacar de abajo y cuando sale a tarima, pone las notas más notables de sus merengues más candentes, de sus canciones más románticas y con su estilo inconfundible.
Porque El Jeffrey es único, eso sí. Un artista entre los de su clase, un hombre que en el cualquier momento saca debajo de la manga un as merenguero que puede devolverle los días maravillosos que anhela tener cualquier cantante del género. Esperemos, solo esperemos.
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