Entre diciembre y enero, los medios de comunicación acostumbran a pasar balance de los principales acontecimientos del año que casi termina y acogen los pronósticos para el próximo año.
Para servir estas proyecciones, se hacen eco de las opiniones de los expertos en economía y política, aunque la experiencia y numerosas investigaciones demuestran que los más notables aciertan tanto como un mono de feria.
Las encuestas y los pronósticos de analistas políticos, por ejemplo, fallaron estrepitosamente en las elecciones de Panamá, Costa Rica y Escocia en 2014. De hecho, en el referendo escocés las casas de apuestas británicas fueron más acertadas.
Ningún experto vislumbró las protestas sociales que conmocionaron a Brasil, Turquía y Egipto en 2013, como ningún analista proyectó los movimientos de “indignados” en España, Chile y Wall Street en 2011 y 2012.
De 2011 a 2014, las estimaciones del FMI se han ido de bruces en Europa y ningún famoso gurú previó la brutal crisis financiera de Estados Unidos en 2008.
En lo que va de siglo, ha publicado The Wall Street Journal, si alguien hubiera lanzado dardos con los ojos vendados, podría haber acertado más sobre los resultados del mercado de valores que el Índice S&P 500 y los pronósticos de Morgan Stanley y Bank of America. “Los analistas han tenido peores resultados que el lanzador de dardos en 2000, 2001, 2002 y 2008”, también en 2012 y 2013, según el periódico especializado en economía y finanzas.
En el plano local, ningún analista vislumbró la sacudida del sistema bancario en 2003 ni nadie predijo la poblada de abril del 1984, por mencionar sólo dos de los acontecimientos más estremecedores en la historia nacional reciente.
Ojo, que ninguno de los acontecimientos citados han sido determinados por catástrofes naturales o humanas imprevisibles. Todos se han ido cociendo a fuego lento, por lo que habría sido posible su previsión, sobre todo aprovechando los sofisticados recursos de compilación y análisis de datos de que se disponen actualmente.
Oráculos de la economía
De los economistas se ha dicho que dedican la mitad de su tiempo a hacer pronósticos y la otra mitad a explicar por qué estos no se cumplieron. Para muestra, este botón: el sabio Alan Greenspan dedica su reciente libro “The Map and the Territory” a explicar por qué no vio venir la debacle financiera de 2008 (aunque tampoco la vio Bern Bernanke, su sucesor en la FED).
El confeso racionalista y matemático, hasta 2008 una venerable legenda, analiza en su libro el riesgo, la naturaleza humana y el futuro de los pronósticos, para concluir, casi a regañadientes, que tenía razón Daniel Khaneman, el Premio Nobel de Economía de 2002 que demostró en sus investigaciones cómo el elemento sicológico tiene un peso determinante para cambiar las proyecciones económicas. (Por cierto, Khaneman, psicólogo, es el único no economista que ha ganado el Nobel de Economía).
Nigromantes de la política
Fallan los expertos, una y otra vez, también en el mundo de la política. Quizás su más emblemático fracaso haya sido pronosticar una vergonzosa derrota electoral para el presidente Harry Truman, en 1948, frente a Thomas Dewey, dado como seguro ganador por las encuestadoras y los líderes de opinión.
El consenso llegó tan lejos que el Chicago Tribune se adelantó a los resultados oficiales, imprimiendo a 8 columnas: “Dewey derrota a Truman”, portada que después exhibió sonriente el reelegido presidente, cuando se anunció oficialmente la zurra que le había dado a su competidor
“En el ámbito político sucede igual”, escribe Luis Arroyo en “El poder político en escena”. “No se acierta más que en el financiero. Philip Tetlock, un psicólogo de la Universidad de Pensilvania, estudió con paciencia durante veinticinco años las previsiones de los expertos en asuntos políticos. Entrevistó a 284 asesores y comentaristas pidiéndoles que contaran con qué probabilidad sucederían ciertas cosas en el ámbito de su especialidad. Por ejemplo, cuál sería la economía emergente en el futuro, si Gorbachov sería derrocado por un golpe de Estado, o si Estados Unidos se implicaría en una guerra en el Golfo Pérsico. Tras recoger 85,000 predicciones en total, Tetlock demostró que los expertos erraron más que si simplemente hubieran respondido al azar. Si hubiéramos puesto a un simio a pulsar botones con las posibles opciones, el mono habría acertado más que los expertos que se estudian los asuntos y se ganan la vida con sus análisis”.
Sin embargo, los expertos más asertivos no encuentran tanto eco en los medios como los más notables, porque sus pronósticos suelen ser matizados, y esa falta de rotundidad no da buenos titulares. Tetlock clasifica como zorros a estos analistas y erizos a aquellos que hacen predicciones más rotundas. Por obvias razones, los medios prefieren a los erizos antes que a los zorros.
Comentarios