22/11/2024
Cine

Trainwreck: entretenida y vulgar

Trainwreck es una comedia sexual, o al menos así comienza, y por momentos innegablemente divertida, pero concluye con un mensaje equivocado –si acaso hay aquí alguno– y sin ser todo lo subversiva y acida que uno pudiera esperar.

La película arranca de forma prometedora con el padre de dos niñas ofreciéndole a éstas, en tono amargo, pero irónico, ‘una lección de vida’ sobre la infalibilidad del divorcio. El afortunado/desafortunado concluye su perorata con la filosófica frase de que ‘”la monogamia no es posible ni factible”, sin sospechar que su hija mayor Amy Townsend (Amy Schumer), asumiría el precepto al pie de la letra.

Amy trabaja como reportera para una revista de frivolidades para hombres, en un New York que nada tiene que ver con la mirada nostálgica y romántica ofrecida en las películas de Woody Allen, y en el ínterin, ella, aficionada a la bebida, las fiestas y también a la marihuana se acuesta casi con cualquier espécimen que se encuentre en su camino.

Todo suena muy bien en el guion, pero no se traduce en imagines vívidas y convincentes. Aquí es donde comienzan a evidenciarse los problemas de la película, o al menos donde aflora el tono contradictorio de la narrativa del film.

Innegablemente, las actuaciones son el principal valor de ‘Trainwreck’ en especial Amy Schumer, quien irradia frescura, insolencia y auto suficiencia a partes iguales –encantadores también su padre (Colin Quinn), su jefa Tilda Swinton, y en menor medida Bill Hader y Brie Larson. ¡Hasta LeBron James hace una aparición en el film y pasa la prueba!

Sin embargo, la percepción inicial de una comedia feminista y contestataria se diluye a partir del segundo acto, cuando Amy conoce al afable y encantador doctor en medicina deportiva Aaron Conners (Bill Hader)

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De allí en adelante, no es difícil predecir hacia donde se dirige la película. Mientras tanto, en el camino quedan preguntas que nadie responde: ¿Qué impulsa a Amy a acostarse con un hombre o con otro? ¿Si ella solo quiere ‘una noche loca’, sin compromisos ni ataduras, por qué sus encuentros sexuales son tan carentes de pasión y poco placenteros?

La película pretende o esta revestida de un aire revolucionario e emancipador del rol de la mujer en el cine, pero esto nunca adquiere la categoría de promesa entregada. Por el contrario, queda como un ardid, orquestado por la propia Schumer quien escribió el guion de la película, al que se apela para conseguir otro fin.

Por eso, el film concluye como otra comedia romántica más, conservadora y tradicional. La moraleja que prevalece al final –muy distinta a la ambigua filosofía inicial– es de que el sexo es siempre mejor con nuestra propia y real pareja, ¿Pero no es acaso esto mismo lo que proponen en definitiva las comedias románticas convencionales?

Trainwreck atrae con su en principio inusual enfoque, la vulgaridad que exhibe Amy Schumer, convertida en icono feminista por la popularidad alcanzada en el Comedy Central Show, pero no satisface con la misma fuerza y determinación.

Hay un chiste acerca del tamaño del pene de uno de los hombres con los Amy se va a la cama; otro acerca de una toalla sanitaria e incluso uno en el que Amy le pide en vano a su pareja de turno que le diga vulgaridades.

Además del hecho cierto de que no hay nada que atraiga o identifique al espectador con el personaje central, la película es extensa en su duración, sobrepasa las dos horas, y aunque provoca la risa aquí y allá, el director Judd Apatow no puede evitar que el film tenga sus ‘puntos muertos’.

En todo caso, Apatow no tiene mucho de qué preocuparse, esta historia fue concebida para el lucimiento de Schumer, su primer rol en el cine, y no hay duda alguna de que ella logró su objetivo.

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