El amague de renuncia de Danilo Medina para dejar de dirigir el Partido de la Liberación Dominicana, que luego se revierte por pedido de decenas de miembros del Comité Central, es la mejor manera de demostrar que el caudillismo político es promovido básicamente por los mismos acólitos de esas organizaciones.
Ese anuncio de Medina, quien es realmente el jefe político del PLD, trajo como consecuencia que otro grupo de miembros del Comité Central pidiera prácticamente su demisión de la jefatura de esa entidad.
Así las cosas, se han formado dos bandos dentro del PLD uno a favor de Danilo y otro en contra.
Al final sabemos que Danilo Medina se quedará precisamente porque la sociedad política dominicana no ha superado todavía los años 40 y 50 que es cuando nace el caudillismo que se remonta hasta la fecha.
Los argumentos en el caso del Partido de la Liberación Dominicana que Danilo Medina lo ha dado todo por esa organización y que debe seguir al frente.
Lo mismo argumentan dirigentes de otros grupos políticos para mantener a sus líderes en los principales puestos, mientras en otros casos sencillamente los principales cabecillas que establecen como años y señores de esos partidos.
Por tanto, el caudillismo forma parte de nuestra cultura política establecida desde el mismo origen del partidarismo de la cual no saldremos por ahora.
Debido al financiamiento que hace el Estado través de la Junta Central Electoral los partidos políticos se han convertido en empresas particulares que al no pagar ningún tipo de impuestos son el mejor negocio que se tiene hasta ahora, al margen de otras actividades ilegales que no voy al mencionar en este artículo.
Es evidente que en el PLD se fragua una nueva división luego de la que originó la salida de Leonel Fernández del mismo.
Las derrotas de partidos políticos en elecciones cuando se habla del primer mundo conllevan a la salida automática de sus principales dirigentes, pero en República Dominicana eso no pasa, al contrario, estos se aferran a las direcciones como si fuera un pastel de buen sabor.
El caudillismo mental de una gran parte de la sociedad dominicana transmitida a los partidos políticos tampoco deja que se desarrolle el sistema.
Es como si fuera una dependencia mutua dirección perpetua, pero a favor de privilegios que beneficien a todos.
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