La alternabilidad en el poder es parte esencial del más auténtico juego democrático. Toda prolongación más allá de lo razonable en la dirección del Estado, empresas, partidos políticos y organizaciones cívicas, genera desgastes, acarrea vicios, anquilosamiento, miopía y falta de asombro, que equivalen al dominio absoluto de la rutina y la inercia.
Hay quienes –muy pocos– hacen un esfuerzo extraordinario para extender su tiempo de dominio en instancias de poder reiventándose con un espíritu crítico y rodeándeose de nueva generación de colaboradores que refrescan el liderazgo. Son honrosas excepciones.
La alternabilidad es un vocablo con mucho arraigo y abundante uso en República Dominicana. Le queda mejor que a cualquier otro a la oposición política, ya sea en el contexto de elaboraciones conceptuales o como “frase cohete” para estar en la moda y ganarse 15 segundos de fama con un titular de periódico, suficiente para creerse presidenciable.
No deja de sorprenderme la falta de entendimiento integral de la alternabilidad como praxis, que no es colocarse en una fila generacional para aspirar a un reemplazo automático sin reunir los méritos ni contar con trayectoria, narrativa o hechos que creen legitimidad.
Aunque a veces el azar y la suerte meten su mano en la historia, la alternancia se conquista, no es un regalo ni un capricho; hay que tener talento, ángel, referencialidad, liderazgo, pegada. Desde siempre alguien con condiciones excepcionales encabezó la tribu, dirigió la caza, la construcción de los asentamientos, la travesía. Eran, como dice Francisco Umbral, los cuerpos gloriosos, nuestros totems, quienes estimulan el aspiracional, despiertan confianza, certidumbre y tienen la fuerza del imán para atraer adeptos a su causa.
Eso, sencillamente, explica en parte –sin excluir los condicionantes de una débil institucionalidad- la razón por la que gente reconocida, ética, distinguida, con capacidad de comunicación, discurso, compromiso y abolengo, aparece en los últimos lugares y sin evolución en las encuestas de preferencia. Ser opción real de poder, una verdadera alternativa para el reemplazo, no es tan fácil. Quizás esto explica por qué los designios políticos de 2020 constituyen una difícil lectura.
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