Todo comenzó, de manera inesperada, en el 2009. El título La resaca (The Hangover) era poco prometedor, aun cuando al frente estaba un elenco que tenía en Bradley Cooper a su principal estrella, y otros actores de menor estatura mediática, como Ed Helms, Zach Galifianakis y Justin Bartha. Una película de bajo presupuesto (un costo aproximado de US$35 millones) que solo en Estados Unidos cerró –según el portal imdb– con la estimable suma de 277.3 millones de dólares y un director en alza que tenía en Starsky & Hutch quizás su producción más relevante.
Ese director es Todd Phillips, además de productor y guionista, que saltó bien alto con el bombazo (en buena medida) taquillero de The Hangover, una película que dejó un dulce sabor con la irremediable secuela que garantiza cualquier producción comercialmente exitosa. El primer capítulo fue una gran comedia, divertidísima, efectiva como la que más, sobre todo para un Hollywood árido que se tarda años en sacar una historia como la que entregó Phillips en el 2009.
En mayo del 2011, dos años después, se estrenaba al natural el segundo episodio The Hangover Part II, bendita entre todas las películas del género que salieron a la calle en busca de la taquilla perdida. Ya el presupuesto estaba poco más que doblado: US$80 millones y, como sucede en el negocio, las recaudaciones en los Estados Unidos estuvieron por debajo de las del primer capítulo, US$254.4 millones. Nada mal.
El final. Una palabra agridulce para el cuarteto rumbero de Bradley Cooper, Ed Helms, Zach Galifianakis y Justin Bartha, quienes ahora no tendrán el pretexto de una boda, o una fiesta de graduación. Pero, ¿qué podría salirle mal a estos que suelen disfrutar la fiesta hasta el último disco?
La tercera –dicen que última– entrega de la exitosa saga La resaca se estrena esta noche y, al parecer, podrá irle tan bien como a sus antecesoras. Todd Phillips se vuelve a poner detrás de las cámaras (y detrás del ordenador) para el esperado capítulo de cierre de la saga. El elemento novedoso, en término argumental, está vinculado nada más que con la muerte. Sí, la muerte del padre de Alan, quien se ve sobrecogido por una depresión que requeriría, por supuesto, la intervención de sus “amiguetes” de rumba. Decididos a colaborar, se reúnen para llevar a Alan a un hospital y… las cosas empiezan a complicarse a un punto que suceden hechos que garantizan escenas hilarantes y divertidas.
Si bien es cierto que las secuelas van perdiendo enganche con el agotamiento creativo que se manifiesta cuando se tiene a mano una historia fenomenal en el primer tirón, hay que destacar el trabajo a pulso del realizador Todd Phillips, quien pudo alargar con cierta originalidad, e identidad narrativa, cada uno de los capítulos anteriores.
El estreno casi mundial se materializará este fin de semana y esta noche, día de fiesta en Dominicana, se espera una reacción favorable del público. La cartelera empezó a recibir un adelanto de las grandes producciones de la temporada del verano que ya es inminente, y el final de La resaca es un buen pretexto para un buen trago cinematográfico.
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