Estoy seguro que The Big Short no será la mejor película del año –hay demasiado tela por donde cortar como para que tanta gente pueda ponerse de acuerdo.
Sin embargo, ningún otro film dejará al espectador con una sensación de horror tan impotente e indignante como lo hace esta película. Esta producción consigue, aunque no con un estilo ortodoxo, lo que otras tantas aspiran y pocas alcanzan: entretener a la audiencia con la misma pasión y fruición con la que deja su mente hecha un torbellino.
The Big Short es un triunfo indiscutible y resplandeciente para su director y coguionista Adam Mckay. Este, con una puesta en escena que indudablemente derriba barreras, para algunos insalvables, al adaptar al cine una historia de carácter financiero, basada en hechos reales, que se presupone más árida que un desierto; logra lo que se propone de forma tan elocuente como excitante.
Y de hecho, el director McKay va aún más lejos en su puesta en imágenes del libro de Michael Lewis. Su concepción del relato y la película en general es presentada cual si fuera un reto, y a la vez una inmersión intensiva e instructiva en un tema que a nadie atrae, pero que a todos nos debería interesar.
Por eso, empuja, desafía y desarma a un espectador cuyo nivel de irritación y desconcierto va in crescendo y no se detiene hasta aún después de haber terminado el film. Y cuando esto sucede, el inconmensurable cinismo y la podredumbre que ha quedado al descubierto pueden hacer perder hasta el habla.
Ahora bien, es bueno hacer notar que esta historia no es nada nueva. Ya antes vimos films como Margin Call y The Wolf of Wall Street que trataban temas similares. Pero la contundencia del discurso que articula el director Mckay sí que lo es. Sus efectos son devastadores. Por eso una lluvia de interrogantes asaltan los sentidos.
¿Fue realmente cierto que millones y millones de personas perdieron sus trabajos, casas y plan de retiros en Estados Unidos, y esencialmente nadie pagó por ello? ¿Fue así como la economía mundial se vino abajo en septiembre del año 2008, y con ello los grandes bancos norteamericanos, causantes del desastre, lo que se hicieron fue más ricos y poderosos?
¿Por qué los más pobres o la otrora llamada clase media es la que siempre paga los platos rotos? Dicen que la memoria es corta y que los pueblos siempre olvidan. ¿Realmente fue posible todo aquello? La avaricia, según un viejo dicho, es la madre de todos los males. Pero a veces uno se niega a creer lo que Historia relata, sobre todo cuando te aseguran que la misma pudiera repetirse.
Lo que sorprende de esta película no es tanto la exuberancia y predilección por los detalles de su historia o la riqueza y dinamismo de su textura visual. No, lo que verdaderamente cautiva es el hecho de que aun manejando un relato que es a grandes rasgos conocido, el director McKay consigue atraer y sobre todo, mantener el interés del espectador.
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Con un estilo narrativo que imita al documental que incluye a personas reales en pequeñas apariciones explicando complejos conceptos, o a algunos de los personajes hablándole directamente a la cámara, el director Mckay construye una historia que se siente cercana, pero al mismo tiempo inusual y divertida; con un toque de humor, a veces paródico, a veces sarcástico, pero siempre amargo y distendido.
Christian Bale y Steve Carell encarnan los dos personajes centrales. Pero también tienen destacada participación Ryan Gosling, Finn Wittrock y John Magaro. Todos representan personajes reales, aunque sus nombres aquí son ficticios, por supuesto.
Los dos primeros (Bale da vida a Michael Burry y Carell a Mark Baum), tienen personalidades opuestas: Michael, socialmente incompetente, y con un dejo de autismo es un genio de las matemáticas. Baum, por su parte, es un experto financiero con un inmenso deseo por hacer las cosas correctas. Los dos, sin embargo, terminarán bailando la misma danza. Convincentes actuaciones de estos dos talentosos actores.
The Big Short cuenta además con una estupenda edición, a veces con ritmo vertiginoso y sin aparente orden, que incorpora una fluidez y dinamismo totalmente inesperado, y que se agradece de buena gana.
The Big Short es la historia de cómo se batió el cobre en la crisis financiera e hipotecaria mundial del año 2008. La película ha sido ignorada por algunas premiaciones, pero ojalá que la Academia de Hollywood no cometa el mismo error.
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